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Juan Manuel Rodríguez

El último gesto de Serra Ferrer

En el fútbol también funciona la política de gestos. Es más, muchas veces la supervivencia de un entrenador en un club grande puede depender exclusivamente de ella. Luis Aragonés se ganó el respeto inquebrantable de su plantilla cuando, en un momento delicadísimo para el Barcelona, se alió con sus jugadores en el famoso "Motín del Hesperia". Si Luis hubiera titubeado, o se hubiera echado en brazos de José Luis Núñez, sus días al frente del equipo habrían estado contados. Más tarde, Johan Cruyff asumió el control total de la plantilla; un día subió a su despacho Milla, que por aquel entonces era un valor en alza, para anunciarle que tenía una oferta mejor. El holandés le dio un apretón de manos y le deseó buena suerte; después se "inventó" a un tal Pep Guardiola. Los jugadores –y lo que es más importante, la directiva– supieron desde ese instante a qué atenerse: el vestuario era el castillo de Cruyff, intocable e inaccesible. Y aunque la experiencia de Valdano como entrenador del Real Madrid fue muy corta (un año y algunos meses), un gesto suyo sirvió para anticiparle a Ramón Mendoza qué tipo de equipo estaba diseñando: jubiló al mito merengue por antonomasia, Emilio Butragueño, y le sustituyó por un desconocido Raúl González. Sucedió que a otro entrenador, Leo Beenhaker, se le ocurrió hacer mucho antes lo mismo, y el presidente le llamó seriamente a capítulo: "Está usted jugando con el patrimonio del club". Dicho y hecho: el "buitre" no volvió a ser suplente jamás.

A Lorenzo Serra Ferrer le han dejado en evidencia sus malos resultados deportivos, pero también una política de gestos francamente desafortunada. En el descanso del famoso 4-0 contra el Racing de Santander, Patrick Kluivert cuestionó a voz en grito la táctica del entrenador. Gabri se colocó, tímidamente, del lado de su compañero. Serra optó por dejarle en el banquillo, aunque el delantero holandés continuó jugando tan tranquilo. Kluivert –que debe ser uno de los puntales del vestuario azulgrana– lo interpretó como un gesto de debilidad, y el lunes arremetía públicamente contra el técnico mallorquín.

No creo que Serra sea capaz de tapar tantos agujeros. El lunes, el de Kluivert; el martes, el de Dutruel. El miércoles, el de Ronald Koeman, enésimo nombre vinculado al banquillo del Nou Camp (y lo que te rondaré morena). Tampoco fue una buena decisión la de compaginar los puestos de director deportivo y entrenador del primer equipo; a mí me pareció (y no fui el único) que don Lorenzo preparaba un "plan B", un puente de plata hacia su jubilación. Tal y como está este patio para él, a Serra Ferrer sólo le queda ya un último gesto por hacer: presentar la dimisión y dedicarse a ordenar el tráfico entre sus posibles sucesores.

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