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Francisco Capella

Cook: las mentiras de la socialdemocracia

Robin Cook, ministro de Asuntos Exteriores británico y candidato a la presidencia del Partido de los Socialistas Europeos, reconoce sin tapujos en un reciente artículo en El País que el objetivo del centro izquierda es permanecer y afianzarse en el poder político, llegar a "convertirse en la fuerza natural para el gobierno europeo". Disfrutan mandando y quieren seguir haciéndolo, a ser posible para la eternidad.

Según Cook, la socialdemocracia es una ideología política flexible y reformable, capaz de producir nuevas ideas y adaptarse a un mundo en rápido cambio. Es decir, que alterarán sus ideas lo que haga falta para tener éxito en las elecciones. Aún así afirma que tienen unos principios básicos, que sus valores fundamentales son la libertad, la justicia y la solidaridad, pero esto simplemente refleja que están dispuestos a cualquier corrupción lingüística con tal de engañar a los ciudadanos: se apropian de términos con connotaciones positivas y los pervierten hasta que llegan a invertir sus significados. De este modo, la libertad consiste en que los individuos no puedan elegir, sino que lo hagan los políticos y los burócratas cada vez más lejanos; la justicia ya no es dar a cada uno lo suyo y reparar las agresiones contra la propiedad privada, sino el igualitarismo mediocre alcanzado mediante la redistribución coactiva de riqueza; la solidaridad no consiste en ayudar voluntariamente a los necesitados, sino en promocionar el victimismo para transferir privilegios a grupos de interés políticamente organizados.

Al tiempo que alaban las maravillas de la globalización y el cosmopolitismo, los izquierdistas europeos ponen todo tipo de trabas proteccionistas contrarias al libre comercio. Hablan de empleo total mientras que impiden la libre negociación entre empresarios y trabajadores y dificultan la contratación de mano de obra. ¡Incluso pretenden que son ellos quienes proporcionan puestos de trabajo a los ciudadanos! Hablan de servicios públicos de calidad, pero olvidan mencionar que éstos se financian con los impuestos confiscados a los contribuyentes, quienes seguro que harían mejor uso de su propio dinero. Pretenden que los servicios públicos deben ofrecerse según las necesidades humanas, sin tener en cuenta la capacidad de pagar: perfecta receta para la bancarrota económica y moral.

Quieren aprovechar el potencial de la economía del conocimiento desarrollando el capital humano, lo cual significa que el Estado seguirá controlando escuelas y universidades, excelentes herramientas de adoctrinamiento social. Y hablan de un Estado Activo (¡como si el actual fuera pasivo!) paternalista que guíe a los trabajadores en la jungla de las nuevas tecnologías, como si esto no pudieran hacerlo eficientemente los propios trabajadores y empresarios.

Los partidarios del socialismo camuflado y diluido apelan a los instintos tribales ("juntos somos más fuertes que como ciudadanos individuales") y proponen una gestión sensata de la economía: no se han enterado de que la planificación socialista no funciona, porque la economía es un orden espontáneo. "Sí a la economía de mercado y no a la sociedad de mercado". No saben ni lo que es una sociedad, ni una economía, ni un mercado. Por eso se dedican a la política.

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