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Alberto Míguez

Americanitis aguda

Estamos en plena eclosión americana o norteamericana. Los Reyes visitan el imperio por décimo tercera vez y en los próximos tres meses se espera en Washington al presidente del Gobierno y a los ministros de Defensa, Economía y Asuntos Exteriores: todo un récord esta avalancha.

Tras la impalpable decepción creada en el gobierno por la elección de Bush (el candidato preferido era el querido Al Gore) se trata ahora de hacer penitencia. Exageran o se pasan o no llegan. Lo de siempre.

La visita de los Reyes fue monográfica. Se trataba de atender a la América hispana, más de treinta millones de hispanohablantes en Estados tan emblemáticos como Texas y Florida. Falta hacía. Los Reyes, como siempre, abren caminos, señalan objetivos que, después, los políticos suelen olvidar o desnaturalizar. Es la eterna cantinela de la política exterior española. Más de lo mismo.

Pero la afluencia extrema de ministros españoles hacia Washington en las próximas fechas tiene un norte distinto. Se trata, dijo Piqué hace semanas, de establecer un tipo de relaciones “especiales”.

Hacia eso apuntaba la Declaración bilateral firmada en Madrid por la ahora jubilada Madeleine Albright días antes de ceder sus poderes en el Departamento de Estado: compendio de buenas intenciones y lugares comunes donde se sugería la necesidad de reformar o potenciar el Acuerdo de Defensa, tarea a la que en estos momentos dedican su tiempo un puñado de funcionarios españoles y americanos. Tal vez en verano esté terminada la tarea y en septiembre se pueda firmar el nuevo texto. Mientras tanto, se han iniciado los trabajos de modernización de Rota y Morón.

En el caso de Rota hay un detalle que pasó desapercibido, pero que tiene su importancia: se trata de que la gran base aeronaval sirva también para “tareas OTAN”, es decir, que sea “conjunta” en un nuevo sentido: que la usen los países de la Alianza y también la “Navy” americana. Se desmonta así un argumento que algunos manejamos y que tenía su sentido.

La relación militar hispano-norteamericana debería sustituirse tras el ingreso de España en la estructura militar de la OTAN por la cesión de las bases USA a la Alianza, lo que potenciaría su uso y permitiría que los americanos siguieran utilizándolas pero no en calidad de inquilinos. Pura lógica política y, seguramente también, estratégica.

La relación “especial” que Aznar y Piqué quieren no será fácil de conseguir. Sólo el Reino Unido tiene algo parecido con los “primos” norteamericanos por razones históricas, económicas, culturales. El papel de España no puede homologarse. No hay razón alguna, tampoco, para hacerlo.

Las relaciones hispano-norteamericanas son complejas y desequilibradas. El factor militar fue en el pasado determinante y temo que siga siéndolo en el futuro salvo que se diluya en la OTAN, lo que sería natural y lógico. El diálogo Madrid-Washington sobre estos temas coloca al gobierno de Madrid en situación de inferioridad. Así sucedió desde 1956. España es todavía un portaviones dócil a la entrada del Mediterráneo.

Hay muchos temas pendientes (déficits: cultural, comercial, político) que hasta ahora fueron capeándose mediante aliños chapuceros. La idea de que llamando muchas veces a la misma puerta permite franquearla sin llave es de una inocencia angelical. No por mucho ir y venir a Washington los americanos serán más proclives a nuestras demandas. Falta presencia española en los USA: cultural, desde luego, pero también empresarial, comercial, tecnológica. El diálogo político íntimo, las relaciones “especiales” vendrán después.

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