Ardanza, estrategia y coartada
José Antonio Ardanza ha reivindicado el discurso del PNV anterior al pacto de Estella/Lizarra. Es decir, la ambigüedad con la que ese partido se movía en el pacto de Ajuria Enea y que estuvo a punto de romper ante la eclosión del espíritu de Ermua tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, pero para terminar echándose en brazos de los terroristas.
En términos intelectuales, Ardanza aporta poco, puesto que se distancia en los tiempos y no en los fines, y por tanto su crítica, a pesar de las apariencias, es básicamente estratégica. Para él, no es el tiempo del soberanismo, pero éste, que es el origen del conflicto, sigue siendo el objetivo del PNV. Hay una diferencia moral en cuanto establece que tal reivindicación ha de ser latente mientras siga habiendo terrorismo, pero tal sutileza parece hipócrita, por cuanto latente implica permanentemente presente. Estas sutilidades nacionalistas parecen general pérdida del sentido común.
Lo que conviene tener en cuenta es que José Antonio Ardanza es un insigne jubilado del PNV, bien instalado en la empresa pública de telefonía vasca, sin cargos orgánicos del partido. De alguna manera, su discurso beneficia al PNV actual en cuanto genera la ficción de un debate interno que en propiedad no existe, porque los “moderados” del partido, no han plantado cara a Arzalluz ni levantan la voz en los órganos internos. No pasan de ser unos “michelines” en proceso de depuración interna o por instalación, como es el caso, o por expulsión. La mejor cabeza de los moderados, Joseba Arregi no ha encontrado esta vez acomodo en las listas y abandona la vida pública. Los hermanos Guevara de Álava, que sí han planteado debate, están uno fuera del partido y otro con expediente abierto. Juan María Atutxa se ha mostrado como un perfecto cínico, pues, tras ser presidente del Parlamento vasco gracias a los votos de Eta-Eh, sale por el registro de que él nunca pactaría con los violentos porque tal cuestión es inmoral. A buenas horas.
No hay en el PNV actual alas ni sector moderado, como la conferencia de Ardanza puede dar a entender. El control de Arzalluz es absoluto, sin resistencias internas, y la radicalización ha llegado hasta tal punto que la autodeterminación es el punto clave del programa electoral. Lo de Ardanza es historia, y nunca mejor dicho.
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