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Enrique de Diego

Racista superlativo, 5

¿Es que Dios no ha creado a los maketos? En cuestión de analogías, el pensamiento de Sabin no alcanza ni el estado nacional, está mucho más cerca del Ku Klux Klan, con idéntica fraseología religiosa, y no tiene rubor en instalarse en el racismo sin aditamentos. Un racismo de Vulgata. Los maketos “traen consigo la blasfemia y la inmoralidad”, corrompen con su mismo roce –“la sociedad euzkariana se pierde en su roce con la española”. Nada hay peor que eso. “Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española. Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas instituciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y transcendencia”.

El maketo viola y asesina: “Si el maketo, penetrando en tu casa, te arrebata a tus hijos e hijas para quitar a aquéllos lozana vida y prostituir a éstas... entonces no llores”. Y, para redondear, estadísticas: “El noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en Bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizkainos españolizados”. Mas todo este cúmulo de perversiones no son más que manifestaciones del mal más profundo, el racial. “Si fuese moralmente posible una Bizkaya foral y euskeldun (o con Euzkera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia”.

El maketo es para Sabin lo que el judío para el nacional-socialista y su retórica es similar a la propaganda nazi para consumo de las masas fanatizadas. Ningún derecho debe darse a los hijos del mal: “En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el universal sufragio un verdadero crimen, un suicidio”.

En el odio al diferente, al extraño, en el rechazo al emigrante, Arana-Goiri se muestra puntilloso. ¿A qué viene la ocultación del racismo elemental y fundacional del nacionalismo vasco? ¿No es un intento estricto de ocultación la argumentación de Arzalluz de que Sabin no es racista porque el racismo es monopolio de los nazis y entraña jerarquía de razas, superioridad?

Para acentuar su xenofobia, Sabin despliega sus esfuerzos, porque a simple vista lo tiene más difícil que otros racismos paralelos. El maketo, para engañar a los puros, encima tiene la misma religión y es blanco. Por eso es preciso descubrir el engaño: el racismo sabiniano es militante y reiterativo hasta la hilaridad. Relájese el lector y lea por favor la retahíla dialéctica: “La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos), o si es apuesto, es tipo femenil (ejemplo, el torero). El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. El bizkaino es laborioso (ved labradas sus montañas hasta la cumbre); el español, perezoso y vago (contemplad sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de vegetación). El bizkaino es emprendedor; el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de sus colonias). El bizkaino no vale para servir, ha nacido para ser señor; el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo. El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice. El bizkaino es caritativo aun para sus enemigos; el español es ávaro aun para sus hermanos. El bizkaino es digno, a veces con exceso, y si cae en la indigencia, capaz de dejarse morir de hambre antes que pedir limosna; el español es bajo hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del prójimo antes de trabajar. El aseo del bizkaino es proverbial; el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año. Oíd hablar a un bizkaino, y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias. El bizkaino es amante de su familia y su hogar; entre los españoles el adulterio es frecuente”.

En el odio al maketo, Sabin no se impone restricciones, ni se atempera en ningún momento. Incluso la lengua es cosa secundaria al lado del prejuicio racial. “Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen el Euzkera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar ésta segunda”. De hecho, la principal virtud del euzkera es ser instrumento de incomunicación entre las “razas”, muro para evitar esa corrupción que además incluye boleto seguro para la condenación eterna: “Muchos son los euskerianos que no saben euzkera. Malo es esto. Son varios los maketos que lo saben. Esto es peor. Para nosotros sería la ruina el que los maketo-residentes en nuestro territorio hablasen euskera. ¿Por qué? Porque la pureza de la raza es como la lengua uno de los fundamentos del lema bizkaino, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable, una raza en cambio no puede resucitarse una vez perdida”.

Lleva el maketo tan profundo el “mortífero virus” –algo así como el SIDA— que prostituye con su uso la lengua racial e incluso cadáver infecta a sus compañeros de infortunio de la buena raza: “En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkéricos, oímos hablar de nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano, o cuando al leer la lista de marineros náufragos de Bizkaya tropezamos con un apellido maketo”.

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