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Víctor Cheretski

Gorbi, un paleto tartaja

El diario moscovita “Komersant”, de carácter liberal, ha publicado las memorias de Valeri Boldin, antiguo consejero del presidente soviético Mijail Gorbachov. Boldin trabajó con el padre de la “perestroika” y premio Nobel de la Paz durante diez años. La opinión de Boldin –uno de los politólogos e intelectuales más destacados de Rusia– sobre su antiguo jefe, no coincide con la imagen de “Gorbi” en Occidente. Le describe, en primer lugar, como un “paleto tartaja con ambiciones desmesuradas”.

No es cierto que Gorbachov sea un demócrata de toda la vida y que desde siempre se propusiera poner fin a la época soviética, destaca Boldin. Ha sido un comunista ortodoxo, nunca ha tenido ninguna otra ideología. Hasta tal punto que le gustaba, en su tiempo, aprender de memoria las frases de Lenin para citarlas luego en público. Sabía de qué obra procedía una u otra frase.

Su avaricia era mítica. Una vez fue sorprendido quitando las tapas de cuero de unas agendas viejas. “Todo puede ser útil en casa”, dijo Gorbachov, que ni siquiera intentó cambiar sus costumbres campesinas cuando ya pertenecía a la elite de la sociedad soviética. A pesar de su carrera universitaria, no tenía cultura y seguía pronunciando mal muchas palabras.

En los últimos años de su gobierno, Gorbachov dejaba de lado los textos escritos por sus consejeros e intentaba improvisar sus intervenciones públicas. Creyó lo que le dijo uno de sus adeptos de que tenía talento de orador, pero era un verdadero desastre. A veces hablaba media hora sin que nadie se enterara de qué se trataba. Su tartajeo fue motivo de numerosos chistes populares.

Su elección como secretario general del Partido Comunista, según Boldin, fue casual, simplemente porque los demás miembros del Buró Político eran muy mayores. Es curioso que antes de ser elegido, Gorbachov estaba dispuesto, a veces, a escuchar las opiniones de los demás y a asumir ideas nuevas. Las cosas cambiaron tras su nombramiento como número uno del partido. Se hizo intransigente con cualquier idea que no fuera suya.

La verdad es que, a pesar de sus ambiciones, no tenía talento, ni sabía cómo dirigir el inmenso país, especialmente su economía. Era envidioso y no soportaba a gente más lista y más preparada que él. En cinco años cambió tres veces a los principales dirigentes del país. La gente más o menos cualificada fue sustituida por personal inútil, sin preparación adecuada. La URSS se quedó prácticamente sin gobierno.

Boldin atribuye la famosa campaña de “transparencia informativa” o “glasnost” únicamente al deseo de Gorbachov de sobrevivir, tras sus fracasos económicos, ganando la popularidad, especialmente en Occidente, a costa de las maniobras ideológicas.

Acosado por un político más listo, agresivo y sin escrúpulos como fue su principal enemigo, Boris Yeltsin, se mostró incapaz de luchar por el poder. Al parecer, le preocupaban más, en aquel entonces, sus cuestiones personales. Se construía una casa de campo cerca de Moscú, se había hecho con un nuevo piso oficial y pedía cada día más productos alimenticios gratis. Según su consejero, preparaba reservas en conserva y bebidas alcohólicas temiendo que se le acabara pronto el chollo.

La famosa intentona del golpe de Estado en agosto del 91 fue promovida por él mismo. Quería deshacerse de Yeltsin con la ayuda de sus colaboradores. Fracasó, ya que nadie estaba dispuesto a derramar la sangre por él. Y así terminó su turbulento gobierno.

Gorbachov me da pena, dice Boldin, hubiera podido ser un buen director de un “koljoz” (granja agropecuaria en los tiempos comunistas).

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