Al Banco Central Europeo empieza a ponérsele cuesta arriba el control de la inflación. Si ya fue un error el último recorte de un cuarto de punto en los tipos de interés, como demostraron justo al día siguiente los malos datos de inflación de Alemania, Francia, Holanda y España, ahora empiezan a aparecer muestras de las consecuencias de equivocaciones anteriores.
La primera de ellas es la evolución de la cantidad de dinero en circulación, la famosa M3. Resulta que el BCE se ha marcado como objetivo que el crecimiento de este agregado monetario se sitúe, como mucho, en el 4,5% interanual, el porcentaje que considera necesario para que la inflación de la zona del euro se mantenga en el 2% o por debajo de ella. Pues bien, aún no se han dejado sentir sobre la M3 los efectos del último recorte del precio oficial del dinero y está ya está empezando a acelerar su crecimiento por encima del objetivo del banco, según los datos que la entidad acaba de dar a conocer. Esto demuestra con claridad que a Wim Duisenberg se le ha acabado el margen para reducir los tipos, como ya indicaron también los últimos datos de inflación, y que, probablemente, tenga que volver a subirlos en no mucho tiempo para evitar los daños a la estabilidad de precios ocasionados por la concesión a las presiones políticas que el holandés errante hizo con la última, sorprendente e injustificada rebaja de tipos.
Esta falta de rigor ha vuelto a minar la credibilidad del euro, y las economías de la unión monetaria están pagando la factura. Con unas perspectivas de crecimiento de la economía estadounidense peores que las de la Unión Europea, con unos tipos de interés más bajos que los de la zona del euro, resulta que la moneda única sigue viniéndose abajo frente al dólar, cuando tendría que suceder todo lo contrario.
El BCE, en su último informe mensual, proporciona la respuesta, si bien el conocimiento de ésta verdad es preocupante. Lo que está sucediendo es que el dinero está saliendo en masa de la zona del euro para dirigirse a Estados Unidos, a pesar de la debilidad de su economía, de las incertidumbres que la rodean y de los sustos que han dado a todo el mundo el Dow Jones y el Nasdaq. Es, por desgracia, la prueba más evidente de que la credibilidad del Banco y, por tanto, de la divisa europea, está por los suelos por obra y gracia de los políticos y las autoridades monetarias europeas. ¿Cuándo van a aprender la lección?

La credibilidad, a la altura del betún

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