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Diana Molineaux

Salomón en Texas

La decisión del presidente Bush para financiar de manera limitada las investigaciones con células embrionarias, posiblemente le beneficiará ante la opinión pública, pero ha producido una enorme irritación entre sectores del partido demócrata. No se trata tanto del desacuerdo con las limitaciones impuestas por Bush, sino de la decepción porque les ha dejado sin un argumento electoral que daban por seguro: Bush no acepta la utilización de embriones para investigar, pero tampoco cierra la puerta a las posibilidades que este campo pueda ofrecer a la ciencia.

Antes del discurso televisado desde su finca de Texas, todos daban por seguro que cualquier solución sería mal recibida por medio país: los que se oponen al aborto condenarían que se utilicen células embrionarias porque acaban con una posible vida humana y los que favorecen este tipo de investigación le habrían tachado de oscurantista y opuesto al avance de la ciencia por motivos de fanatismo religioso. Tanto unos como otros quedaron un tanto desarmados cuando Bush anunció que quiere financiar las investigaciones con las 69 líneas genéticas de células embrionarias que ya existen y se pueden reproducir indefinidamente sin necesidad de eliminar más embriones.

Es una solución salomónica que permite estudiar el funcionamiento de estas células y no acaba con posibles vidas humanas pero, inmediatamente después del discurso, los bandos empezaron a formarse: si los ultra-conservadores se mostraron inquietos porque temen más en el futuro que lleven a la destrucción de más embriones, en el campo demócrata estalló la indignación porque "busca resolver dos cosas a la vez". Esto es precisamente lo que Bush quería y es probable que haya disfrutado con los comentarios de sus rivales políticos. También quería demostrar al país que no ha tomado la decisión a la ligera y su discurso fue un desgrane de los argumentos en pro y en contra, morales y científicos, que se ha ido planteando durante meses.

La gran pregunta ahora es si los laboratorios particulares que destruyeron embriones para conseguir las células que han resuelto el dilema de Bush, verán el cielo abierto para ir creando más "líneas genéticas" que los dólares federales comprarán agradecidos para alimentar sus investigaciones. También podría darse la gran ironía de que, después de tanto debate, se descubra que las células embrionarias no son la panacea que tantos esperan hoy.

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