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Ignacio Villa

Las hemerotecas nunca mienten

Para la clase política, las hemerotecas suelen ser traicioneras e incómodas. En una rápida consulta a viejas declaraciones o entrevistas, nunca se pueden esconder cambios de actitud o contradicciones. Aunque, ciertamente, esos cambios suelen producirse a lo largo de un tiempo y no de forma rápida, evitando así evidencias inexplicables. En el escándalo de Gescartera, la transformación del Gobierno ha sido meteórica, rápida, pero también algo burda. En esta ocasión, en un plazo de tiempo inferior al habitual, en escasamente tres semanas, el Gobierno ha cambiado de forma radical. El Ejecutivo se ha colocado en tiempo de saludo a la llamada de atención del presidente Aznar desde su veraneo menorquín.

Se trata de una transformación tan grande como poco explicada por los miembros del Ejecutivo. Desde luego, sería una excelente labor de terapia para este Gobierno que sus componentes volvieran a leer y escuchar lo que han dicho durante las últimas semanas. Quizá mejor, como lo han dicho. Ese repaso se convertiría en un acto de humildad de los ministros. No se pueden olvidar ahora el desprecio de Rato hacia la prensa por preguntar por esta cuestión, el asombro de Montoro por que algunos medios de comunicación pusieran en duda a su secretario de Estado, la superioridad hueca de Cabanillas cuando en más de una rueda de prensa en Moncloa quitaba importancia a un asunto de "unos pocos". Incluso, no podemos dejar de lado los largos silencios de Aznar, que no se ha dignado a mencionar la cuestión hasta la comparecencia ante los medios de comunicación en Palma de Mallorca después de su audiencia con el Rey.

"Gescartera no era un asunto de interés para nadie". "No hay motivo para una comisión de investigación parlamentaria". "Es la típica serpiente de verano". "Cuando no hay noticias la prensa busca cuestiones menores". Todas estas eran afirmaciones que hemos escuchado hasta la saciedad de miembros del Gobierno y del Partido Popular. Palabras poco medidas, que ahora tienen que reconducir y cambiar.

El Gobierno ha estado altanero, distante e, incluso, con malos modos. Decía ver fantasmas en los medios de comunicación, "sólo" preocupados en buscar las cosquillas al Ejecutivo.

Pero la gran pregunta sin respuesta es saber los motivos de este giro tan radical en un Gobierno que, lejos de rectificar, se empeña habitualmente en sus errores. Pues bien, lo que sí parece es que Aznar se ha asustado. El presidente ha despertado de la mayoría absoluta, y se ha encontrado con un caso de corrupción con todas las letras y todos los ingredientes. Un caso de corrupción en un Organismo oficial que depende directamente del área económica del Gobierno, el "santo y seña" del Gabinete. Aznar ha encendido todas las luces de alarma. Con escándalos como los de Gescartera no hay congresos del PP, ni liderazgos del "centrorreformismo", ni presidencias de la Unión Europea.

Con casos de corrupción como este, se deja al descubierto que a la sombra del PP y del Gobierno ha vuelto a ocurrir algo que parecía estar en la historia. El PP se ha contagiado de los males del pasado. El Partido Popular no está inmunizado, aunque algunos pudieran pensar que era intocable. Aquí nada ha cambiado.

Mal vamos si desde el PP se utiliza como solución de sus propios males atacar al PSOE. El PP y sus dirigentes fueron los primeros que, en su momento, pasaron página sobre la corrupción socialista. El PSOE purga y seguirá purgando en el futuro sus penas pasadas. Los ciudadanos quieren claridad en la gestión actual. Esperan que el PP no caiga en los errores del PSOE, que son de todos conocidos.

En este caso, atacar es una pésima defensa. Primero hay que solucionar los propios problemas. Por ahora, los grandes "proyectos" de Aznar para el otoño quedan aparcados. El primer "proyecto" consiste en solucionar el "papelón" Gescartera.

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