Es inevitable que las invenciones del nacionalismo vasco sobre el “agravio histórico” que provoca el “conflicto” con el “estado español opresor”, a fuerza de ser repetidas impunemente y nunca denunciadas con firmeza, acaben calando en el subconsciente de los poco avisados o de quienes no conozcan los rudimentos de la Historia de España (que cada vez son más, gracias a los desmanes que ha provocado la LOGSE y la ESO).
Pero lo que no es de recibo es que uno de los máximos responsables de la lucha antiterrorista, Santiago López Valdivielso, repita hipnotizado las mismas patrañas que propalan ETA, Batasuna y el PNV en una conferencia del Club Siglo XXI, y delante de su jefe directo, Mariano Rajoy. Uno de los logros de la política antiterrorista del gobierno de Aznar ha sido, precisamente, la reiteración por activa y por pasiva de que la única solución viable al “conflicto vasco” es la policial. Los hechos van abonando esta tesis, que ha adoptado, por fin, la comunidad internacional.
Dice el proverbio que cuando “tu enemigo habla bien de ti, es que has hecho lo contrario de lo que debías”. Y así, los diarios Gara (proetarra) y Deia (peneuvista), se felicitan por que, “al fin”, un responsable de la lucha antiterrorista se desmarque del discurso oficial. Para ganar una guerra, es preciso, aparte de contar con los medios necesarios, estar convencido de la justicia de la causa que se defiende y tener voluntad de combatir. No parece que a López Valdivielso le falte voluntad de lucha contra el terrorismo (los éxitos de la Guardia Civil son una prueba). Pero sus declaraciones muestran un cierto sentimiento de culpa, un síndrome de Estocolmo, que empaña la convicción y firmeza imprescindibles en el cargo para el que fue nombrado.
No son, precisamente, declaraciones de “comprensión” hacia el terrorismo lo que falta en la vida política española. Pero lo incomprensible es que Mariano Rajoy, vicepresidente del Gobierno y ministro de Interior, no haya desautorizado automáticamente al director de la Guardia Civil, exigiéndole su dimisión o, como mínimo, una rectificación pública. Es indiferente cuáles puedan ser los motivos que hayan inducido a López Valdivielso a decir lo que dijo, pero lo que parece indiscutible es que del director de la Guardia Civil, y con mayor motivo del ministro del Interior lo mínimo que se puede esperar es beligerancia de obra y palabra contra el terrorismo. Se les paga, entre otras cosas, para eso; y es lo menos que merecen las víctimas del terrorismo, tanto los vivos como los muertos.
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