Todos los analistas, los gobiernos y los organismos económicos internacionales llevan semanas escrutando los datos macroeconómicos en busca de indicios de que la caída del crecimiento ha tocado suelo y empieza la recuperación. La Comisión Europea parece que los ha encontrado y acaba de señalar que en el primer trimestre de este año, el PIB de la UE se incrementará entre el 0,1% y el 0,3% mientras que su previsión para el último trimestre de 2001 oscila entre el –0,3% y el 0,1%. Estas previsiones de Bruselas son especialmente significativas si se tiene en cuenta, por un lado, que se dan a conocer justo un día después de que se publicarán los malos datos de crecimiento de Alemania, que supone el 25% de la economía de la zona del euro, en el cuarto trimestre del año pasado y, por otro, que el Ejecutivo comunitario siempre es muy cauto en estas cosas y tiende a infravalorar sus estimaciones.
De cumplirse los cálculos de la Comisión, la recuperación económica estaría a la vuelta de la esquina, una opinión en la que coincide con el Banco Central Europeo y la OCDE. Lo peor, por tanto, parece que ya ha pasado, pero ¿cómo será la reactivación? Hace unos meses, los analistas preveían una recuperación rápida y con fuerza; hoy pocos se decantan por esa posibilidad porque el ritmo de reactivación dependerá en gran medida de Estados Unidos y la economía norteamericana no está para bromas. Paul O’Neill, el secretario del Tesoro estadounidense, sigue defendiendo que la salida de la crisis allí será rápida y con fortaleza; el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en cambio, afirma que será lenta porque se aprecian bastantes signos de debilidad en la recuperación; algunos analistas privados, incluso, temen que se repita la situación de 1990-1991 cuando EEUU vivió una recesión en W, es decir, la actividad empezó a remontar el vuelo para volver a hundirse casi al instante en una segunda recesión y los mercados consideran ahora que la liquidez que ha habido en Wall Street en las últimas semanas no se debía a una anticipación de la recuperación económica sino a la pequeña burbuja creada por Greenspan con su política de dinero barato. Es decir, hay muchas dudas sobre cuándo y cómo se iniciará la recuperación.
Si la UE no puede contar con la locomotora estadounidense, su crecimiento será más moderado porque exportará menos a EEUU y a todos los demás países no comunitarios cuya actividad productiva dependa de la marcha de la primera economía del mundo. En conclusión, hay razones para el optimismo si se confirma, como dicen los organismos internacionales, que la crisis ha tocado suelo en la Unión Europea, pero es un optimismo con matices porque la reactivación es probable que se adelante a lo que se estimaba hace unos meses pero posiblemente no tendrá la fuerza que todos desean hasta que Estados Unidos no se recupere con vigor.
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