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Ignacio Villa

Miedo al triunfalismo

En el PP, el escenario político tras el Congreso ya motivo de análisis y de diseño de estrategias. El día después –recuerdan– comienza la hora de la verdad. Neutralizado, salvo sorpresas, el "susto" de las enmiendas de Cascos y a la espera de los posibles nombramientos de nuevos vicesecretarios, en el horizonte se vislumbra como una auténtica maldición la sucesión de Aznar. La tensión y la ansiedad propia de la víspera serán historia el día después. Entonces, habrá sólo una preocupación: la carrera sucesoria.

Tampoco pasa inadvertida la preocupación creciente en el Gobierno y en el Partido Popular ante la llamativa desaparición de un líder solvente en el PSOE y de una oposición seria. En este 2002 se ha confirmado una realidad ya anticipada: el PSOE no existe como partido nacional y Rodríguez Zapatero se tambalea seriamente. Todo esto, lejos de alegrar a los populares, comienza a preocuparles. Nunca es bueno –consideran– que en plena mayoría absoluta no exista nadie en la acera de enfrente. Son muy conscientes de que la ausencia de una oposición relaja al Gobierno y al partido. Es más, aceptan que ese “relax” ya es una realidad.

El Partido Popular quiere más y mejor PSOE. Para que brille su labor en el Gobierno necesitan que exista una oposición constructiva pero también incisiva. Y es por ello que atisban una primavera incómoda, entre otras razones porque piensan que sin trabajo de oposición se provoca una situación de confianza muy peligrosa. En este sentido, en el PP trabajan ya para evitar triunfalismos perjudiciales en el Congreso. Los populares piensan que deben ofrecer una imagen de unidad, de eficacia en la gestión y de honradez política, pero al mismo tiempo han de evitar todo ataque excesivo hacia el PSOE. No es bueno –explican– que del Congreso salga la imagen de único partido de referencia.

Esta situación podría producir un “atontamiento” en el PP muy preocupante ante las importantes elecciones autonómicas y municipales de 2003. Esa cita electoral reúne dos características importantes: por un lado son unos comicios en los que muchos ciudadanos votan a un candidato en lugar de a un partido y, por otro, serán un termómetro definitivo para las generales de 2004. La dirección del PP no quiere un Congreso de exclusiva “exaltación” de lo bueno. Insisten mucho en que deberá ser el inicio del trampolín electoral. Y no quieren, en ningún supuesto, “pulverizar” al PSOE.

Quieren y necesitan un PSOE aparente al menos, aunque no dañino. En todo caso, lo que nadie podrá evitar, con oposición o sin ella, es que el Congreso del próximo fin de semana se convierta en el punto de partida de la carrera sucesoria. El lunes 28 de enero empieza la cuenta atrás para la hora de la verdad de los aspirantes. Será el inicio de un nuevo PP sin José María Aznar.

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