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También se puede morir de éxito. El viernes por la tarde, camino de Sonseca donde hicimos el "Tirachinas" de la Cadena COPE, me enteré de la noticia de la retirada del campeonísimo Alex Crivillé. Y debo decir que no me sorprendió. Desde que el piloto catalán lograra el Mundial de 500 centímetros cúbicos en 1999, su carrera profesional ha estado dominada por el oscurantismo, los desplantes y el distanciamiento de su público y también de la prensa especializada. Marcelo Carbone, nuestro especialista del motor en la COPE, es testigo de cómo Crivillé, que debiera ser un hombre dichoso y feliz, fue reconcentrándose poco a poco hasta que la gente dejó de preguntar por él. "¿Dónde está Alex?"... "En la motor home, como siempre". Y así una y otra vez. ¿La insatisfacción puede originar esos episodios de pérdida de consciencia? No lo sé. Habría que preguntarle a un neurólogo, o quizás a un psiquiatra.

Crivillé ha sido el piloto español más importante de la historia, excepción hecha –lógicamente– del gran Ángel Nieto. Y como ya he confesado en otras ocasiones que soy un mitómano, sólo me haré, en su honor, una pregunta más: ¿Qué pintaba un traumatólogo en la rueda de prensa que Alex ofreció el sábado? El médico era muy amigo suyo, pero sobre ese problema que sufre el piloto debe haber otros especialistas en el mundo... ¿no? Me traiciona esa mitomanía confesa, y no seguiré preguntando más. Crivillé pierde la consciencia, y eso puede resultar fatal a trescientos kilómetros por hora. Punto.

Además de lo anteriormente expuesto, yo creo que Alex debió sentirse en muchas ocasiones como "Juan sin tierra". Era campeón mundial, pero no podía evitar que los aficionados se preguntaran si todo habría salido igual si el australiano Michael Doohan no hubiera estado imposibilitado para correr. Era campeón mundial, pero detrás suyo llegaba Valentino Rossi, una máquina velocísima y el relaciones públicas perfecto. Alex Crivillé era campeón del mundo, pero no lo parecía. Su entorno decidió encerrarle bajo siete llaves, y 2000 y 2001 fueron para él un desastre total y absoluto.

Le deseo lo mejor a Crivillé, y espero que logre su recuperación cuanto antes. Creo, sinceramente, que no volverá a subirse a una moto como profesional, pero si lo hace seré su "fan" número uno. Si hubiera tenido ocasión de charlar con él (la única vez que lo logré fue justamente en 1999) le habría dicho que uno tiene que vivir el momento. Parece que a él no le dejaron disfrutarlo demasiado. Cumplió su sueño y se transformó en un hombre solitario. En cualquier caso, esa fue su elección.

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