El presidente de Argentina, Eduardo Duhalde, se ha empeñado en imponer a las empresas concesionarias de servicios públicos un impuesto para financiar programas públicos de ayudas sociales, ante la gravedad de la crisis social por la que atraviesa el país. Dicha medida es un gran error.
Un impuesto sobre esas empresas lo primero que hará será recortar aún más unos márgenes empresariales más que deteriorados por los cuarenta y cinco meses de crisis económica y la devaluación del peso. Esa rebaja supone una merma en la capacidad de inversión de dichas compañías, muchas de ellas multinacionales que, dado el actual clima de inseguridad política, no arriesgarán en Argentina recursos procedentes de otros lugares del mundo. Por eso, quienes dentro del Gobierno de Duhalde se oponen a esta medida tienen razón. Nadie invertirá en Argentina con semejantes ideas de política económica cuando la inversión es la mejor política social que se puede hacer porque es realmente lo que crea empleo y bienestar. Y si esa inversión procede de las multinacionales, el número de puestos de trabajo generados será mucho mayor, además del empleo indirecto a que darían lugar. Pero cuando un Gobierno como el peronista se deja arrastrar por el populismo acaba cometiendo los errores de Duhalde y los resultados son justo los contrarios de lo que se perseguía.
La otra cara del error de Duhalde es no haber aprendido de la experiencia de las petroleras, a las que también se impuso un gravamen. Éstas, rápidamente, reaccionaron tratando de trasladar a sus precios de venta al público el impacto de la devaluación del peso. Algunas, incluso, ya lo han hecho, para enfado del Gobierno que se opone radicalmente a semejante actuación. Y las petroleras ya han dicho claramente que están dispuestas a marcharse del país si el Ejecutivo persiste en su actitud.
Mal panorama se le presenta a Duhalde en semejantes circunstancias porque un Gobierno puede enfrentarse con un sector empresarial, pero no con todos a la vez, y menos aún con todas las multinacionales instaladas en un país que necesita desesperadamente capitales exteriores. La política de Duhalde, en vez de seducirlos, los aterroriza.
Todos los derechos reservados
!-->