La Cumbre de Barcelona va a concluir, probablemente, con el acuerdo para la liberalización gradual del sector energético europeo. Puede que haya a quien esto le sepa a poco, pero si se recuerda la dureza de las batallas de los últimos años entre Francia y la Comisión Europea para que nuestro vecino desbloquease la apertura del mercado, el resultado entonces se contempla con mejores ojos.
La obstinación de Francia a la apertura, y sobre todo a la apertura total, tiene nombre y apellido. Se llama EdF, la empresa pública gala de electricidad. Por supuesto, la proximidad de las elecciones presidenciales y legislativas de esta primavera influyen en la negativa gala a la apertura total del sector energético, en un país donde el intervencionismo es parte de su propia idiosincrasia y con una izquierda en el poder que, al querer renovar victoria en las urnas, no va a renunciar precisamente durante la precampaña a uno de sus postulados ideológicos básicos. Pero ese es un obstáculo que desaparecerá en pocos meses; la apertura parcial del mercado, sin embargo, durará más años por la estrategia francesa sobre EdF.
La eléctrica pública gala es capaz de producir energía a un precio en general bajo debido al importante parque de centrales nucleares con que cuenta. En ese sentido, EdF es competitiva. Sin embargo, sus ratios de eficiencia, por ejemplo, de productividad por trabajador, dejan mucho que desear y esas carencias se notarían en cuanto el mercado francés estuviera abierto plenamente a la competencia. Eso obligaría a EdF a realizar importantes ajustes para poder sobrevivir, pero nuestro vecino del otro lado de los Pirineos no quiere ajustes drásticos ni dolorosos, ni importantes pérdidas de cuota de mercado por no llevarlos a cabo.
Francia, no obstante, tampoco podía seguir más tiempo enfrentada al resto de la UE por su negativa a la liberalización energética, así que ha optado por una apertura parcial: se liberaliza el 60% del mercado, el correspondiente a las empresas, y se deja cerrado el de los consumidores domésticos y las PYME. Ese sector, además, seguirá con precios intervenidos para evitar que EdF caiga en la tentación de subir esas tarifas para compensar las posibles pérdidas de ingresos por tener que bajar las demás, ante la competencia que se avecina.
Por supuesto, todo esto es sobre el papel. Sobre un papel en el que luego habrá que leer con cuidado la letra pequeña, puesto que en ella pueden cambiar muchas cosas y lo que, en principio, podría parecer una buena liberalización luego puede encontrarse con que no es tal por este motivo.
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