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Éxito con matices

En la vida pocas cosas son totalmente blancas o negras; lo normal es que vengan matizadas con tintes más o menos grises. La valoración de los resultados de la Cumbre de Barcelona debe hacerse desde esta óptica.

La cita del pasado fin de semana en la Ciudad Condal sin duda se ha saldado con un resultado positivo, aunque algunas cosas se han quedado en el tintero. De entrada, los perfiles del éxito vienen dibujados por una agenda que desde un principio se planteó reducida en puntos y realista en contenidos para que nada de lo que se incluyó en ella quedara fuera de los debates o condicionado al resultado de otras discusiones. Eso ha permitido desbloquear el proceso de liberalizaciones y reformas estructurales en la UE, que apenas había avanzado desde que se lanzó el compromiso hace dos años en la Cumbre de Lisboa. Si la parálisis hubiera continuado, tendrían que pasar varios años hasta que se retomara el proceso, con la consiguiente ampliación de las distancias entre Estados Unidos y los Quince a favor de los primeros. En Barcelona se ha quebrado esa tendencia, lo que de por sí ya constituye un éxito.

El plato fuerte de la Cumbre, la liberalización del sector energético, al final quedó bastante bien cocinado. El Gobierno Aznar, que este semestre tiene a su cargo la presidencia de los Quince, no pudo incluir en las conclusiones finales un calendario concreto para la apertura total del sector a la competencia. Pero logró poner fecha, el año 2004, al compromiso previo con Francia para que la competencia reine en el 60% del mercado eléctrico, el que está vinculado con los clientes industriales. Y eso ya era bastante difícil de lograr con un país como Francia, donde el intervencionismo es una forma de vida, que se encuentra a las puertas de las elecciones presidenciales y legislativas, y con el otro gran país de la UE, Alemania, llamado también a las urnas en septiembre. Ambos procesos constituían el caldo de cultivo adecuado para que la esclerosis del proceso liberalizador continuara, y ese peligro se ha atajado.

Negro sobre blanco, por tanto, hay fecha para la apertura del sector eléctrico, aunque condicionada, con cierta lógica, a la garantía de servicio público: nadie quiere "apagones". En el aire, en cambio, quedó la esperanza bastante fundada de que una vez que pasen los comicios galos pueda retomarse el asunto y cerrar de una vez un calendario completo. La Comisión Europea, desde luego, apoya esas intenciones y dentro de la izquierda francesa, la más reacia a la apertura del mercado, nombres tan destacados como Laurent Fabius o Dominique Strauss-Khan están plenamente de acuerdo con ellas. Quizá antes de que finalice 2002 pueda haber novedades. Pero de lo que no cabe duda es de que Barcelona se ha cerrado con éxito; los objetivos podrían haber sido más ambiciosos y los resultados mejores, pero dado el telón de fondo de la Cumbre, los logros no son nada desdeñables.


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