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El “nuevo” PSE empieza a “soltar amarras”

Era previsible que tras el Congreso del PSE, donde el “espíritu de Elkarri” se impuso al “espíritu de Ermua”, el Ayuntamiento de San Sebastián sería el primer escenario de la ruptura del frente constitucionalista que formaban el PP y el PSOE. Fueron precisamente Odón Elorza, el alcalde donostiarra, junto con Jesús Eguiguren, el nuevo presidente del PSE y anterior líder del PSE guipuzcoano, quienes iniciaron el proceso de liquidación política de Redondo, al que después José Blanco dotaría de “oficialidad”, a instancias de PRISA y de González.

Lo que pocos podían esperar era la rapidez, el descaro y la desenvoltura con que el llamado “Pacto de San Marcos” entre Patxi López y Elorza y Eguiguren (el “moderado” y los autodeterminantes) ha empezado a funcionar. Odón Elorza deseaba deshacerse de los populares como socios de gobierno en la alcaldía de San Sebastián desde hace ya casi seis meses. El casus belli ha sido la negativa de los populares donostiarras a aprobar un plan de construcción de viviendas de protección oficial presentado por Elorza en octubre del pasado año. Ya entonces, al no contar con la aprobación de los concejales del PP, Elorza amenazó con expulsar a los populares de la comisión de gobierno del Ayuntamiento.

Sin embargo, Elorza no disponía aún de la suficiente fuerza política dentro del PSE como para tomar esa decisión unilateralmente, por lo que ha tenido que esperar a que su compañero de veleidades nacionalistas, Jesús Eguiguren, fuera presidente del PSE para poder deshacerse del “ingrato” apoyo de los populares e iniciar el deseado acercamiento a los nacionalistas.

No hay que olvidar que el Pacto Antiterrorista que firmaron PSOE y PP nunca fue del agrado de Elorza, quien lo criticó desde el principio. Ya en diciembre de 2000 aseguraba que “nada peor para Euskadi que intentar dividir las fuerzas políticas de nuevo en dos sectores, los nacionalistas vascos y los constitucionalistas”; y coincidía plenamente con el PNV en la absurda tesis de que a quien más beneficiaba la unidad de los demócratas era a la ETA.

Las clamorosas y no convenientemente justificadas ausencias de Elorza en manifestaciones y actos contra el terrorismo y en memoria de las víctimas de la ETA —máxime cuando sus hagiógrafos han tejido en torno a él una inmerecida fama de defensor de la tolerancia y convivencia pacíficas—, a lo que hay que añadir su negativa a guardar un minuto de silencio en el Festival de Cine de San Sebastián del año 2000 por el último asesinato de la banda terrorista —para que no se “molestaran” los proetarras— y también su oposición a la ilegalización de Batasuna muestran con toda claridad que éste era uno de los jefes de la jauría que atacaba los tobillos de Nicolás Redondo.

El “nuevo” PSE —el de siempre en realidad— ha comenzado su andadura en San Sebastián dando fiel cumplimento a la primera parte de su programa: desmarcarse del PP. Pronto veremos cómo en los ayuntamientos vascos donde socialistas y populares gobiernan juntos empezarán a surgir controversias (reales o inventadas) que provoquen la ruptura de los pactos de gobierno. La segunda parte —el acercamiento al PNV— vendrá en la forma de “acuerdos puntuales” con los nacionalistas en los ayuntamientos. Y la tercera, el aislamiento político del PP vasco, no se hará esperar.

Ha de decirse con toda justicia que el PSE ha abandonado a un aliado leal en la lucha por la libertad para ser vasallo de señores mendaces que le desprecian, que no desean su vasallaje, que comparten fines y negocian con quienes les asesinan y que sólo anhelan su neutralización política. Felipe González puede sentirse “tranquilo” y satisfecho.

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