La aniquilación política de Redondo Terreros no era un fin en sí misma. Sólo fue el primer paso de la vieja guardia del PSOE hacia la recuperación de la alianza con los nacionalistas en el gobierno vasco. Y la vuelta a ese statu quo exige, naturalmente, la ruptura del pacto antiterrorista.
La prueba de fuego de Zapatero como líder del PSOE y posible candidato socialista a la la Presidencia del Gobierno fue precisamente la crisis del PSE, prendida por Elorza y Eguiguren y avivada por José Blanco, a instancias de González y PRISA. El lamentable espectáculo que ofreció Zapatero un convidado de piedra, cuando no una marioneta de PRISA y la vieja guardia, mirando a otro lado cuando le despojaban de su principal puntal en la política antiterrorista que él mismo había diseñado, hirió de muerte sus posibilidades de llegar a las elecciones generales como candidato de su partido. Patxi López, que pactó su secretaría general con los liquidadores de Redondo, es la primera cuña que la vieja guardia ha interpuesto entre el consenso antiterrorista que el PP y el PSOE.
El segundo paso, a juzgar por lo que dijo Zapatero el miércoles, será la discrepancia con el PP en cuanto a la ilegalización de Batasuna. Aún resuenan los ecos del acuerdo que alcanzaron PSOE y PP para reformar la ley de partidos políticos con el objeto de ilegalizar a Batasuna, y el leonés ya empieza a recular: “ninguna fuerza política y nadie del poder ejecutivo” puede declarar ilegal a un partido político. ¿Quién, si no es el Poder Ejecutivo, se va a encargar de hacer cumplir las leyes? Pues según Zapatero, un órgano que tenga “poco color político”. ¿Y cuál es ese órgano? ¿Quizá el CGPJ? Pocas instituciones hay más políticas que el órgano de gobierno del Poder Judicial. ¿Acaso el Consejo de Estado? No es su función aplicar las leyes, sino emitir informes no vinculantes destinados a las instituciones del Estado. ¿El Parlamento? Tampoco es su función aplicar las normas, sino elaborarlas. En un Estado de Derecho, el Parlamento elabora las normas, los jueces las interpretan y el Poder Ejecutivo que tiene la potestad de instar al Fiscal General del Estado para que persiga su incumplimiento las hace cumplir.
Más para mal que para bien, las instituciones del Estado están profundamente politizadas, y de ello, el principal responsable es el PSOE; partidario de las cuotas cuando tenía mayoría, y defensor del “pluralismo” cuando la perdió. Sin embargo, las vacilaciones de Zapatero acerca de la ilegalización de Batasuna con el pretexto garantista de la neutralidad política, no son más que una cortina de humo para disimular que, una vez más, quienes de verdad mandan en el PSOE han vuelto a desautorizarle por “seguidismo del PP”. Esa hueca y aparentemente ingenua exigencia al PNV para que presente un proyecto alternativo a la nueva ley de partidos políticos como si nadie supiera qué opinan los nacionalistas al respecto no es más que un gesto de cara a la galería para que no se note demasiado que quienes de verdad conducen el autobús del PSOE han puesto la marcha atrás.
Y el tercer paso será acusar al PP de utilizar electoralmente el Pacto Antiterrorista. Ya hay indicios de ello cuando Zapatero acusa a los populares de dar “codazos” políticos en el País Vasco a cuenta de la lucha contra el terrorismo. Son precisamente las constantes incoherencias en su discurso (ya se trate del modelo autonómico, de los impuestos, de la educación, del Plan Hidrológico, en materia antiterrorista, etc.) lo que realmente buscan los líderes de la vieja guardia: presentar a Zapatero como un político vacilante, incapaz de diseñar una línea política sólida y creíble de cara a la ciudadanía. Es decir, anularlo como líder y reintroducir las líneas maestras de lo que fue la política del PSOE en sus largos años de gobierno.
Triste papel el de Zapatero: atrapado entre dos fuegos González y Cebrián, por un lado; y la guardería, por otro, está condenado a ser el payaso de las bofetadas y el chivo expiatorio de todos los males de su partido. Cada vez está más claro que su destino es ser el Hernández Mancha del PSOE. Sólo puede deseársele que su agonía sea rápida (no parece probable que llegue a las Elecciones Generales como líder de los socialistas) y que en su caída no arrastre consigo totalmente la principal aportación del PSOE en muchísimos años a la libertad y la democracia: el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo. Pero, dadas las circunstancias, quizá esto último sea demasiado pedir.

Zapatero busca excusas

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