Cuando un miembro de un consejo de administración es sorprendido en una falta que puede tener consecuencias para la sociedad en la que desempeña su trabajo, lo lógico es que presente la dimisión. Es la forma de que el daño que haya podido hacer no repercuta sobre la empresa y su imagen. Pedro Luis Uriarte, el hasta hace poco consejero delegado del BBVA, es uno de los nombres que aparecen implicados en el escándalo de las cuentas secretas que el banco tenía en dos paraísos fiscales y en el fondo de pensiones que la entidad había abierto a 22 directivos de la misma. Pero Uriarte era, además, vicepresidente de Telefónica, en razón de la participación que el banco tiene en la operadora que preside César Alierta. Y Uriarte también ha dejado este cargo.
Francisco González, el presidente del BBVA, quería que todos los implicados en el caso salieran del consejo de administración del banco y de los consejos de empresas en los que estuvieran en nombre de la entidad crediticia. Bastó con que le dijera esto a Pedro Luis Uriarte para que pusiera inmediatamente su cargo a disposición de FG y le comunicara a César Alierta, el presidente de Telefónica, su marcha antes de la junta de accionistas que celebra la compañía el viernes 12 de abril, de forma que la junta no se viera empañada ni hipotecada por su presencia. Es la actitud elegante que cabría esperar de él en las circunstancias actuales y ha cumplido con su deber. De esta manera, le llega la jubilación anticipada a una de las grandes cabezas bancarias españolas, que ha hecho del BBVA ese gran banco que es hoy.
Esa elegancia de Uriarte contrasta, sin embargo, con el empeño de Emilio Ybarra de permanecer a toda costa como vicepresidente de Repsol-YPF, cargo que ocupaba en razón de la participación accionarial que el BBVA posee en la petrolera hispano-argentina. El hasta hace poco copresidente del banco se resiste a abandonar su puesto, en contra de los deseos de FG, sin importarle que con su presencia pueda dañar a la compañía que preside, por ahora, Alfonso Cortina –otro de los nombres que aparece en la lista del fondo de pensiones para 22 consejeros del BBVA– e, incluso, al propio banco.
Ybarra debe marcharse de Repsol, pero se resiste a hacerlo y la cuestión es por qué. Ya no cuenta con la confianza del banco, en cuyo nombre ocupa el asiento de vicepresidente. Pero lo más llamativo de todo es que Emilio Ybarra se ha lanzado a comprar importantes paquetes de acciones de la petrolera, con cargo a su propio bolsillo, de forma que ya se ha convertido en el primer accionista de la compañía a título particular. ¿Es una cuestión de orgullo frente al camino del retiro forzado que Uriarte ya ha cogido y él se niega a seguir, o hay otras razones? Sea lo que sea, la actitud de Ybarra es llamativa y, con ella, hace mucho daño a una compañía cuya credibilidad puede verse minada al contar en su consejo de administración con personas como el propio Ybarra o Alfonso Cortina relacionadas con el escándalo de las cuentas secretas del BBVA.

Una actitud elegante

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