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Un brainstorming para el PSOE

La oposición política española, o sea, el PSOE, necesita urgentemente un brainstorming, una tormenta de ideas. Pero una tormenta de ideas que entre en su cabeza para que desempeñe el papel que se espera de ella. Su discurso sigue siendo el de siempre, o sea, aquel con el que los socialistas empezaron su andadura en los últimos albores del siglo XIX, y todavía no han sido capaces de adaptarlo a los tiempos que corren, quizá porque lo más cómodo cuando se carece de argumentos sólidos y convincentes es acudir a la demagogia.

El último ejemplo al respecto acaba de proporcionarlo el portavoz de economía del PSOE, Jordi Sevilla, al decir que las reformas tributarias que ha llevado a cabo el PP desde que llegó al poder en 1996 han creado en España un paraíso fiscal para ricos. Nada más lejos de la realidad.

Las rebajas de impuestos han afectado a todos, a las empresas y a los particulares, pero sobre todo a estos últimos, que cuentan ahora con una serie de deducciones en el IRPF que antes no existían —las deducciones por hijos— o que han mejorado sobre las existentes —el mínimo vital de 550.000 pesetas—. Por supuesto que en los tramos altos del impuesto, los tipos se han rebajado algo más que en los bajos pero, en conjunto, la presión fiscal individual se ha reducido mucho más para las rentas inferiores que para las superiores. Prueba de ello es que el límite máximo de tributación conjunta por renta y patrimonio hasta ahora no se ha tocado, con lo que los más adinerados pagan por el segundo impuesto lo que dejan de tributar por el primero. Menos mal que España, con esto y con el gravamen sobre sucesiones, es un paraíso fiscal para ricos, según la visión socialista del mundo.

Otro de los argumentos de Sevilla es el de la presión fiscal que, según el diputado socialista, se ha incrementado en 2,7 puntos de PIB desde 1996. Esto es verdad, pero con matices, puesto que se trata de la recaudación tributaria total. Y en ella entran los impuestos que han empezado a pagar todos aquellos que antes estaban sin empleo y ahora lo tienen —más de un millón de personas— o aquellos otros que antes estaban en la economía sumergida y ahora han regularizado su situación, por no hablar del famoso “efecto Laffer”, esto es, que las bajadas de impuestos redundan en aumentos de los ingresos fiscales. Esto es lo que realmente ha sucedido en España, porque si se toma la presión fiscal individual, esto es, la de cada contribuyente en concreto, ésta sí que se ha reducido, especialmente para las rentas más bajas, cosa que el señor Sevilla prefiere pasar por alto.

Algo parecido sucede con la crítica a la reducción en 2,5 puntos del PIB en el gasto social. Esta rebaja es producto de un crecimiento del gasto social menor que la economía, pero tiene sentido porque, de entrada, dentro de esas partidas figuran las prestaciones por desempleo. Por tanto, es lógico que esos pagos se reduzcan cuando España ha pasado en seis años de una tasa de paro del 24% de la población activa a una del 12%, justo la mitad. En los demás capítulos, a su vez, se han introducido medidas para tratar de racionalizarlos, con el fin de alcanzar un equilibrio presupuestario sostenible en el tiempo, ese equilibrio en las cuentas públicas que ha hecho que la última crisis económica apenas se haya notado en España.

Las críticas de Sevilla a la política del PP, por consiguiente, carecen de fundamento, no porque no tenga puntos débiles, sino porque el diputado socialista, en lugar de buscar los talones de Aquiles, ha recurrido a lo de siempre. Lo dicho, necesita un brainstorming.

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