Este lunes se ha celebrado en la sinagoga de Madrid un acto homenaje a las víctimas del terrorismo palestino, a esos cerca de 400 civiles asesinados desde que comenzó la Intifada. Por casualidad supe que iba a tener lugar esa celebración y, casi por casualidad también, me encontré ante las puertas de la sede de la comunidad judía de Madrid. Curiosamente, me invadió la sensación de que iba a participar en un acto clandestino. Cuando la persona que controlaba la entrada me preguntó qué hacía yo allí, me descubrí contestando instintivamente algo que, probablemente, no había pensado decir, “vengo porque quiero expresar mi solidaridad con el pueblo judío, porque creo, de verdad, que se está cometiendo una grave injusticia con todos vosotros”.
Intervinieron en el acto representantes de las distintas comunidades judías en España, que quisieron dejar bien claro su deseo de paz, de acabar con el terrorismo y de encontrar la solución que haga posible la convivencia en la zona. Especial buena acogida tuvieron el embajador americano y Gabriel Albiac, al que los asistentes, con un prolongado aplauso, quisieron demostrar su agradecimiento por el esfuerzo que está haciendo para contrarrestar la partidista y sesgada información de la prensa sobre los sucesos en Oriente Próximo.
Los judíos españoles quisieron dejaron allí bien claro también que se sienten difamados, que la prensa y los medios de comunicación faltan a la verdad en su información, que gran parte de los intelectuales trata el asunto con una frivolidad inexplicable, que la mayor parte de los políticos europeos está juzgando el problema israelí con un partidismo incomprensible. “Un susurro de antisemitismo corre por Europa y por España”, dijo el embajador israelí en su intervención, un susurro que se va extendiendo peligrosamente y que en algunos casos, como añadió el presidente de la comunidad judía de Madrid, se ha hecho particularmente ruidoso, en Francia se han incendiado sinagogas y asaltado cementerios y, en Madrid, sin ir tan lejos y sin alcanzar tal grado de espectacularidad, les acaba de ser negado el permiso para presentar un libro en la Biblioteca Nacional.

Un susurro de antisemitismo recorre Europa

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