Menú
Alberto Míguez

La irresistible ascensión de Jean Marie Le Pen

Hace apenas 24 horas escribíamos en Libertad Digital que la extrema derecha francesa y su lider, Jean Marie Le Pen habían experimentado en los últimos meses y semanas un ascenso al parecer irresistible y que, aunque era muy difícil que Le Pen pudiera disputar la segunda vuelta, existían razones de fondo para explicar la subida del Frente Nacional en una Francia asustada, que tenía miedo de salir a la calle, azacanada por la inseguridad, la delincuencia y la impunidad, la corrupción de la clase política y tantos otros problemas. Las previsiones se han cumplido y todo indica que Le Pen le disputará a Jacques Chirac la presidencia de la República. Es un verdadero seísmo el que se acaba de producir en el vecino país que tendrá obligatoriamente consecuencia en las vecindades y en la Europa de todos.

A sus 73 años, Jean Marie Le Pen, ha logrado al fin la notoriedad que buscó afanosamente desde que llegó a la Asamblea Nacional francesa de la mano de un fenómeno fugaz pero inolvidable, el “poujadismo”, aquel movimiento de clases medias (pequeños comerciantes, profesionales, amas de casa) que también conmovió en su momento a Francia. Antes, en la Universidad, Le Pen había cruzado sus armas –y nunca mejor dicho– con la izquierda estudiantil en las filas de Jeune Nation y Occident, dos grupos de ultraderecha bastante violentos. Vino después la prueba de la guerra de Argelia y allí el hoy presidente del Frente Nacional se sintió realizado al máximo (lo confesó en más de una ocasión) defendiendo los colores de Francia en aquel “departamento” de ultramar que De Gaulle terminó entregando a los independentistas armados.

Por mucho que se intentó involucrar a Le Pen en las prácticas inconfesables (torturas, asesinatos, etc.) en aquella guerra, nunca pudo demostrarse que así hubiera sido. En los próximos días veremos cómo reaparecen estas acusaciones. Partidario de la Argelia francesa, defensor del mariscal Petain y de Vichy, antisemita (“el holocasto fue una invención”, declaró y fue condenado por ello), racista y, sobre todo, enemigo jurado de la emigración, el mestizaje, la mezcla de razas y religiones, Le Pen fundó el Frente Nacional (del que es presidente) para unir a todos cuantos reivindican un país fuerte, incontaminado, tradicional, etc.

La Europa unida le parece a Le Pen, una farsa, el euro un engaño y la UE una máquina de gastar dinero. Lo que no le ha impedido por supuesto participar en los trabajos del Parlamento Europeo que, por cierto, dio luz verde para que fuera procesado y posteriormente condenado por un tribunal ordinario por agresión a una alcaldesa.

Le Pen es un hombre rico –heredó una fortuna de una de sus seguidoras que lo nombró heredero único–, ha tenido una vida familiar turbulenta (su primera esposa se exhibió desnuda cuando se separaron) y maneja su partido como si fuera una finca. Cuando alguien se desmanda, es fulminado. Y eso precisamente le pasó a su delegado general, Bruno Megret, expulsado del Frente Nacional por traidor. Megret ha formado posteriormente un pequeño partido de extrema derecha que, por cierto, consiguió también un resultado notable.

Todas las encuestas señalaban en las últimas horas que al menos el 58% de los votantes de Le Pen apostaron por él a causa de la “inseguridad”, pero sólo el 18% lo ve como futuro presidente: curiosa dualidad. Lo que se anuncia ahora es una verdadera tormenta política en las dos semanas que vienen. Es poco probable que Jacques Chirac pueda perder la elección el 5 de mayo ante un Le Pen crecido y exultante, pero la lección de estas horas es terrible tanto para la derecha presidencial como para la izquierda gobernante.

Tiempo habrá de analizar en las próximas horas las razones del seísmo. Pero desde la perspectiva española convendría que alguien tuviese la sensatez de hacer también un análisis en profundidad y hacer una autocrítica seria de los problemas que han dado a Jean Marie Le Pen esta victoria tremenda: la inseguridad y la delincuencia, a crisis de la justicia, la impunidad de una clase política mancillada por todo tipo de escándalos, la emigración salvaje e incontrolada, etcétera.

En Opinión