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Lucrecio

Tiempos malos

No es política sensata ocultar la realidad. Presentar la victoria de Chirac en la segunda vuelta de las presidenciales franceses como una definitiva derrota del emergente fascismo de Le Pen puede que sea consolador. Para algunos. Es un error. Y del error sólo se sigue, en política, la catástrofe.

Los resultados de la segunda vuelta estaban dados desde la noche del recuento de la primera. Muy poco margen había para sorpresa. No hubo ninguna. El Front National fascista de Le Pen consolidaba su larga emergencia de ya más de dos décadas. Su posibilidad de pasar de ese 18% no está siquiera contemplada. Menos aún la de obtener la mayoría absoluta que se requiere en una segunda vuelta presidencial. La apuesta es otra. Y difícilmente su envite podría ser minusvalorado.

Blindado en su 18%, el Front National va a jugar su gran baza en las elecciones legislativas de junio. Y, sobre todo, después de ellas. Su línea de ofensiva es previsible:
a) Constatación del desajuste que el sistema electoral francés traza entre instituciones representativas y realidad social. Le Pen podrá exhibir, con todo el lujo de demagogia en cuyo manejo es virtuoso, la desproporción que el sistema de doble vuelta fijará entre su porcentaje de voto y su número de escaños.
b) La fuerte campaña de deslegitimación del sistema parlamentario vendrá, de inmediato, a unirse al arsenal retórico del líder fascista. Se sumará a los puntos vulnerables que la política francesa de las últimas décadas ha puesto ya en su punto de mira: corrupción e ineficiencia.
c) La contraposición entre Estado y Francia real tomará, de modo casi insoslayable, la forma de una crisis constitucional. La V República, mediante cuyo trazado pudo De Gaulle sacar al país del desbarajuste fraccionado de la IV, verá sus días contados. Y se abrirá el vacío.

Lo terrible es que todos saben eso. Chirac, antes que nadie. Y que ninguno ha previsto alternativas funcionales. Chirac, aún menos que los otros. Parece como si cerrar los ojos fuera el único e instintivo gesto de una clase política presa en el vértigo de su viaje hacia ninguna parte.

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