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Carlos Semprún Maura

Desde los puentes de mayo

Por lo visto, el Presidente Chirac ha protestado oficialmente ante Ariel Sharon, por la “campaña antifrancesa” que se desarrollaría en Israel. Como si el gobierno israelí tuviera tiempo que perder con esas campañas, enfrascado como está en una guerra que, como el rayo, no cesa. Ahora bien, motivos de descontento no faltan. Francia está en primera línea de los países de la UE que subvencionan el terrorismo palestino. No es invención malévola de Sharon si se incendian sinagogas, comercios y escuelas judías, si la mayoría de los medios al criticar Israel, difunden un antisemitismo tan transparente como medias de seda que no ocultan varices. Evidentemente, no se puede confundir israelíes y judíos; aquí, hay judíos antisionistas que odian Israel, judíos que defienden la existencia de Israel pero odian a Sharon, y judíos que aman Israel y aceptan el veredicto de las urnas, y por lo tanto, a Sharon y su gobierno de unidad nacional. Chirac no es antisemita, pero sí anti Israel, y no por inquina hacia ese país, sino por aquella retahíla, sin contenido, de la “gran política árabe de Francia”, inaugurada por de Gaulle. Mientras tanto, se echa un tupido velo sobre el crecimiento del integrismo musulmán.

Por ejemplo, me entero por una “carta de lector”, en Le Figaro de hoy, que asistieron al Congreso de las organizaciones islámicas de Francia, que acaba de celebrarse, Issm Bachir, ministro de Asuntos religiosos del Sudán, y Mahfud Nannah, nada menos que presidente del Hamás argelino, dignos representantes ambos del fanatismo terrorista islámico, invitados por el ex gobierno socialista para impulsar el humanismo “kamikaze” en las mezquitas de Francia. El mismo día, en el mismo periódico, Guy Sormán denuncia el rotundo fracaso de la integración –dice de los árabes, en realidad de los magrebíes, no es exactamente lo mismo, pero, pasemos– integración que debería comenzar en la escuela y proseguirse en todos los escalafones de la sociedad. Son unos cinco millones de franceses de origen magrebí, que no están representados, como sería lógico, en la política en la administración, en las empresas en la Universidad y que, además, en su inmensa mayoría no son musulmanes. Este apartheid de hecho y el apoyo oficial al más negro integrismo islámico, constituyen una combinación sumamente explosiva. La dinamita acecha –esto lo digo yo. Sormán concluye así: “Saludemos, pues, la llegada al Gobierno de la primera mujer árabe, lamentando que se le haya confiado un tema inexistente: el desarrollo duradero”.

El PS, cara a las legislativas, se enfrenta a un rompecabezas: si ganan, vuelve la cohabitación, que han denunciado violentamente. Ante este dilema, y en medio de una cacofonía que no logran ocultar del todo –sobre si su balance no hubiera sido demasiado “liberal” (!)–, presentan dos soluciones, ambas anticonstitucionales. Primera: a base de no se sabe qué incantaciones, se le quitan al Presidente Chirac todos sus poderes, conservándole como florero; segunda, por referéndum, se revisa la Constitución para hacer obligatorio que el Presidente y la mayoría sean de izquierdas, si no se logra, se anula todo, y se vuelve a empezar, hasta que salga. Esto es, resumido, lo que propone Noel Mamère, cuyo apellido, traducido al castellano, significa: ¡madre mía! Jamás un apellido se ha ajustado tan perfectamente a una persona.

Hoy comienza el Festival de Cannes, que se parece más a una subcomisión de la ONU, que a un Festival de Cine.

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