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No a la cohabitación

La amalgama de centro-derecha creada por Chirac para concentrar el voto y ganar las presidenciales y las legislativas ha vapuleado a la izquierda, a la extrema izquierda y a la extrema derecha en los comicios del domingo. Un electorado francés más indiferente que de costumbre --récord de abstención, un 36%, quizá debida al cansancio de tres citas con las urnas en lo que va de año más la segunda vuelta que tendrá lugar el próximo domingo, así como también la coincidencia de estos comicios con importantes eventos deportivos-- ha dicho no a la “cohabitación”, que ha paralizado las reformas necesarias tanto en política económica como en materia de seguridad ciudadana e inmigración.

La proyección de los resultados (44% de los votos) para la segunda vuelta otorgaría a Chirac la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional francesa (unos 400 diputados sobre 577, por unos 150 del Partido Socialista), lo que le permitirá llevar a cabo su programa con comodidad y sin contratiempos, al menos por lo que se refiere a la oposición. Quizá su mayor problema en la próxima legislatura será mantener la cohesión de un conglomerado reunido en torno a él como mal menor para asegurar la victoria del centro derecha --la Unión para la Mayoría Presidencial-- y superar la parálisis política fruto de la “cohabitación”. Compuesto por conservadores, gaullistas, democristianos y liberales, el partido de Chirac carece de programa y política definidos --aparte del acento en la seguridad ciudadana que impuso el aldabonazo de Le Pen-- que tendrán que irse definiendo sobre la marcha, en función de las relaciones de fuerzas de los distintos integrantes de esa unión temporal de corrientes políticas.

Llama la atención especialmente la descomposición del PC francés (uno de los más fuertes en Occidente, junto con el italiano, en la época de la Guerra Fría), que apenas alcanza el 5% de los votos, aunque aún podrá adjudicarse entre 12 y 18 diputados. Sin embargo, Le Pen, su competidor directo (otra lección de los comicios celebrados este año), con un 12,5% de los votos y seis millones de sufragios, puede que no alcance representación parlamentaria debido a las peculiaridades del complicado sistema electoral galo, el cual, no sin cierta razón, el propio Le Pen ha calificado de “fuertemente antidemocrático”, por su fuerte sesgo favorable a los partidos mayoritarios, mucho más acusado que el del sistema electoral español.

Puesto que los expertos no prevén grandes variaciones sobre estos resultados en la segunda vuelta, los socialistas franceses tendrán que irse haciendo a la idea de que deben reconstruir las bases ideológicas de su partido --tienen el ejemplo al otro lado del Canal de la Mancha--, especialmente en las áreas económica y social, en las que han demostrado ser profundamente ineficaces y anacrónicos. El PCF, después de ser durante largos años una de las claves del sistema político francés, afronta un futuro incierto en el que su disolución no es precisamente la más improbable de las alternativas, si es que no plantea una alianza con ecologistas y otras fuerzas de extrema izquierda, tal y como hicieron los italianos.

Los franceses, cansados de los experimentos políticos, económicos y sociales promovidos por la izquierda, han optado por la estabilidad y por un gobierno fuerte que saque a Francia del atasco. Una vez se confirme la victoria de Chirac en la segunda vuelta --la única incógnita es si será por mayoría absoluta, algo bastante probable--, habrá ocasión de comprobar si el “camaleón” del Elíseo será capaz de instrumentar --aparte de una eficaz red de seguridad ciudadana-- políticas liberales que hagan retomar a Francia la senda del crecimiento económico robusto y sostenido, como, por ejemplo, derogar el decreto de las 35 horas. Y también se podrá comprobar si su oposición a la liberalización del mercado energético, expresada en Barcelona, era fruto de las imposiciones de la “cohabitación” o más bien una convicción personal. Dependerá en gran parte de si mantiene a Raffarin, un liberal del partido de Madelin, como su primer ministro.

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