Por los años 50, siendo yo un desprevenido estudiante de leyes y procurador judicial, llamó mi atención la denuncia parlamentaria en el sentido de que el saliente director del diario estatal La Nación se había adjudicado, en un precio irrisorio, maquinaria de imprenta del matutino. Poco después el ex director sacó a luz el sensacionalista Clarín. Como, por uno de esos infortunios de la vida, siempre he sido de los que deben pagar dinero al Estado y no de los que lo reciben de él, supuse que, de una u otra manera, yo también iba a terminar pagando ese menoscabo fiscal.
En 1972 el dueño de Clarín vendió en Europa sus derechos a Víctor Pey, hombre de confianza de Salvador Allende, en un millón y medio de dólares. Hoy éste, asociado con la Fundación Allende y asesorado por el inefable Joan Garcés, demanda al Estado chileno, ante un tribunal internacional, por 517 millones de dólares, por la confiscación del diario durante el gobierno militar. No está mal, para haberlo comprado en un millón y medio, cualquiera sea el reajuste aplicable.
A todo esto, la sucesión de otros primitivos dueños de Clarín está a punto de recibir del Estado, por el mismo motivo, nueve millones de dólares. Nuestros resignados bolsillos pueden tener que pagar, pues, dos veces la misma cosa.
Con todo, seremos "paganinis", pero no desmemoriados. El camino a través del cual Pey y la Fundación Allende sostienen haber adquirido Clarín es tortuoso y se encuentra referido en el libro Pinochet y la Restauración del Consenso Nacional, de Julio Canessa y Francisco Balart (Págs. 180 y 181). Allí también se cita a otro autor, el ex director de Clarín Román Alegría, que en un libro suyo y como testigo presencial refiere el siguiente episodio: Allende se dejó caer una noche de 1972 en el domicilio del propietario del diario, tras un editorial crítico a su gobierno; "rodeado de su GAP, armado con metralletas, lo amenazó: 'Yo no voy a tolerar tus jugarretas. Conmigo no vas a hacer lo que has hecho con Ibáñez y Frei. Te hago matar, culpo al imperialismo, te declaro héroe nacional, te rindo honores de general y hablo en tus funerales. Ya lo sabes'". He citado reiteradamente ese episodio porque, primero, proviene de un testigo abonado y, segundo, porque es un paradigma de la praxis política del socialismo: el recurso a la violencia, el trasladar las propias culpas a hombros ajenos, el doble discurso.
Naturalmente, el dueño de Clarín, recibida la amenaza, huyó del país. No por eso yo dejé de seguir pagando: durante el gobierno de Allende se dictó un decreto que derogó por un solo día los derechos de internación de maquinaria de imprenta. Y adivinen ustedes quién tenía ese día, a punto de desembarcar en el puerto, su nueva impresora checoslovaca: Clarín. Mis impuestos suplieron los derechos burlados.
Hoy leo que el abogado a cargo de la defensa del Estado chileno frente a la demanda de Pey y la Fundación Allende ha renunciado a aquélla por "falta de garantías para defender los intereses encomendados" y debido a un cambio en la estrategia del Gobierno ante el tribunal arbitral internacional "que dificulta riesgosamente la defensa". Pero no menos que su renuncia me alarma el tenor de una pregunta periodística formulada a él: "Se ha especulado en el mundo político que se trataría de una pelea entre la Democracia Cristiana, partido al cual usted adhiere, y el Partido Socialista, puesto que a través de la indemnización que se le podría pagar a Pey y Garcés, los socialistas podrían obtener cuantiosos fondos para su financiamiento". El abogado se negó a responder, pero eso no me tranquiliza: he pagado por casi medio siglo y seguiré pagando, está bien. Pero con cierto disimulo. Y éste estaría a punto de perderse. Eso sí que no lo tolero: exijo a la izquierda observar, para despojarme, un mínimo de pudor.
Hermógenes Pérez de Arce es analista político chileno.
© AIPE
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