El ocio alternativo
Decididamente, el vecindario se aburre. Ya no basta con pasear por el campo o por la plaza porticada. Es insuficiente tomar el sol o refrescarse en la piscina. Los deportes se quedan sosos. Es el momento de los “ocios alternativos”. Lo vi el otro día en un reportaje de la televisión. Hay una empresa que contrata pasos a caballo por la noche para ver el efecto de la luna en el bosque. Sería mejor en burro, más “étnico”.
El ocio verdaderamente alternativo es el que da pie para contarlo, porque tiene aventura, exotismo y peligro. Por ejemplo, descender por las balsas de troncos en el verano de los ríos de Siberia. Emocionante, sin duda, es buscar diamantes en las gigantescas escombreras de las minas de África del Sur. Mejor es residir una semana, durante la noche invernal, en los barracones vacíos de las ases de la Antártica (que solo se utilizan en verano). Más benévola es la expedición para recoger (al amanecer) rosas de azafrán en la fría estepa de Irán. En Cuenca ya no quedan. Lo fundamental es que el ocio sea verdaderamente alternativo.
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