Desde su fundación, al final de la II Guerra Mundial, la ONU, como cualquier organismo burocrático, ha intentado incrementar su poder e influencia. La creación de una fuerza militar permanente con derecho de injerencia, el tribunal penal internacional, la constitución de protectorados bajo su control, la creación de un impuesto sobre el comercio internacional, incluir la “redistribución de la renta” como uno más de los “derechos humanos” y la promoción de las falacias ecologistas (protocolo de Kyoto) con el objeto de adquirir algún día el control sobre la explotación y el uso de los recursos naturales, son iniciativas encaminadas a constituir una especie de autoridad suprema mundial con derecho de revisión y veto respecto de las políticas que llevan a cabo los gobiernos que la componen.
En definitiva, los burócratas de la ONU (cuyos sueldos duplican con creces los del sector privado) pretenden convertirla en un gobierno mundial, donde el voto de países como, por ejemplo, EEUU, Francia, Canadá, el Reino Unido, o España valga lo mismo que los de Irán, Irak, Cuba, Libia, Zaire, etc. No hay que olvidar que los “líderes” que han cosechado las ovaciones más cálidas y más largas en la Asamblea de la ONU han sido personajes como Idi Amin o Fidel Castro, y que el 80% de las naciones que la componen votaron sistemáticamente en el pasado junto a la ex Unión Soviética y en contra de los EEUU.
Las cosas no han cambiado mucho desde la caída del muro de Berlín y la Guerra del Golfo, pues la ONU, fiel al espíritu tercermundista y prosoviético que la impregna desde su fundación, sigue ciega y sorda ante las violaciones de los derechos humanos en China, Cuba, Corea del Norte, Irán, etc.; mientras que pone su empeño, por ejemplo, en imputar al Gobierno democrático de Israel todo género de crímenes contra la humanidad en su legítima lucha contra los terroristas palestinos.
Esto, junto con la “imparcialidad” demostrada por los partidarios del tribunal penal internacional en los casos de Pinochet y Fidel Castro (quien se paseó por España tranquilamente mientras Garzón intentaba juzgar y condenar al ex dictador chileno en nuestro país), es una muestra clara de cuáles serían los principios directores de ese hipotético “gobierno mundial”. Y explica muy bien cómo es posible que los “ex terroristas” Josu Ternera y Arnaldo Otegi encuentren cobijo y micrófonos en los locales de la ONU en Ginebra para hacer propaganda de su utopía criminal y totalitaria e intoxicar a todo género de periodistas progres y despistados presente en la Asociación de Corresponsales Acreditados en Naciones Unidas, quienes, ante la protesta del Gobierno español dirigida directamente a Kofi Annan, no se les ocurrió otra cosa mejor que comparar la “desproporcionada” reacción de España con la de China cuando la ONU recibió a los representantes de Taiwan.
Otegi y Ternera, miembros de un partido político en vías de ilegalización y con condenas por actos terroristas a sus espaldas, declararon que “hemos ofrecido al Estado español una propuesta de paz, y nos han contestado con la represión y la fuerza, por eso creemos que la solución del conflicto vasco hay que plantearla desde el plano europeo” –algo que, por cierto, también pretende hacer Ibarretxe.
El que la ONU admita a dos representantes del entramado etarra en sus locales sólo puede significar dos cosas: que los burócratas responsables no consideran a España un estado democrático y de derecho sino un régimen totalitario que persigue a pacíficos disidentes políticos, o bien que, en el fondo, comparten las tesis de los proetarras dentro de la tradición de apoyo de la ONU a la lucha de liberación los pueblos “oprimidos” que tanta sangre y tantos dictadores criminales ha producido a lo largo y ancho del mundo. Cualquiera de las dos posibilidades es motivo suficiente para suspender la contribución de España (una de las mayores de la ONU) al financiamiento de este organismo hasta que Kofi Annan no desautorice públicamente y destituya a los responsables que permitieron la mascarada proetarra en Ginebra.

Annan, con los etarras “oprimidos”

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