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Andrés Freire

Guardianes de la ortodoxia europea

El europeísmo es el verdadero pensamiento único entre la clase dirigente europea. Sus principales portavoces no son los políticos nacionales, quienes de vez en cuando se han de presentar ante escépticos electores, sino los grandes medios de comunicación, que vigilan de cerca el debate político para que nadie se salga de la ortodoxia. En España, es sobre todo El País quien hace las funciones de perro guardián que gruñe a quien se sale del redil.

La disputa entre Chirac y Blair nos ha dado ocasión de comprobar el esquema intelectual de los eurófilos. Como se sabe, Francia y Alemania han llegado a un acuerdo por el cual se mantienen las ayudas agrícolas hasta el 2013, pero sin que éstas superen la cota que alcancen en el 2006. Es así como progresa Europa, postergando los problemas. Tony Blair se sintió estafado por el acuerdo. Por un lado, se hizo a sus espaldas. Por el otro, traiciona las promesas de la UE a los países en desarrollo arruinados por la PAC. Así se lo dijo a la cara a Chirac, quien indignado con la regañina le comentó que nadie le había hablado así en su vida.

Carlos Yarnoz, corresponsal de El País en Bruselas, jaleó el acuerdo franco-alemán y el encontronazo franco-británico. El eje París-Berlín volvía a ponerse en marcha, frente al “excesivo protagonismo europeo” de Blair, Berlusconi y Aznar (¿se imaginan a El País protestando el protagonismo europeo de Gonzalez?). Y no se podía consentir estas pretensiones de los advenedizos. Pero al fin, Francia “coge las riendas” y se podrá comenzar la refundación de Europa.

Nos explica Yarnoz que la finalización del periodo electoral ha hecho posible estos avances. En un artículo nos dice que Schoereder y Chirac están “libres ya de ataduras electorales”. En el otro que “se han liberado de sus condicionamientos electorales”. Ya son libres pues para actuar, sin condicionamientos ni ataduras. Las promesas hechas al electorado han sido mentiras necesarias y no vinculantes. Quizás tenga lógica, pero quien así opina, que tenga la honestidad de decir que no cree en la democracia.

Y es que la élite eurócrata sabe bien que la opinión pública desconfía del superestado con el que ellos sueñan. Por ello se reúnen con frecuencia para analizar cómo acercar la UE a los ciudadanos. Se suelen anunciar como debates sobre Europa, pero no son más que reuniones entre un grupo cerrado de políticos y periodistas que discuten la mejor forma de convencer al pueblo de las bondades de su misión. Su concepto de diálogo es aquel en el que sólo hablan ellos y el resto asiente. Además, los que se oponen a “una Unión cada vez más estrecha” (segundo párrafo de los tratados europeos) por fuerza han de ser neofascistas, nacionalistas trasnochados o filoterroristas. Por ello, no tienen derecho a dar su opinión.

En conclusión, Europa “avanza” gracias a los apaños franco-alemanes. Los que creen que el sueño de la razón produce monstruos, y desconfían de los déspotas de buenas intenciones no tienen quien les defienda ni les escuche. Su voto no importa, su opinión no es tolerada. Los eurócratas saben mejor lo que a todos nos conviene.

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