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Una decisión lógica

Si Batasuna es ETA –lo que ya no duda nadie, ni siquiera los que se oponen a su ilegalización–, sus dirigentes pertenecen a la banda y deben ser procesados. Es una obviedad pero merece la pena detenerse un momento en ella. Al menos porque, tras la imputación del juez Baltasar Garzón a una veintena de ellos, hemos comenzado a escuchar –con la velocidad con que se mueven los activistas enemigos de la libertad– voces de pretendido escándalo. A Garzón se le reprochaba, para dar apariencia de consistencia a la negativa a combatir el terrorismo, que suspendiera las actividades de Batasuna como parte de ETA y no procesara a sus líderes como miembros de una organización terrorista. Ahora, cuando comienza las imputaciones, se le reprocha hacerlo.

Siempre hay quien reprocha algo, como a cualquiera que ponga el punto sobre la i de este entramado totalitario. ¿Por qué el escándalo? El falso escándalo de unos se debe, sencillamente, a que son sus socios. El PNV y EA no tienen acuerdos parlamentarios con Batasuna ni se han presentado en coalición con esa ramificación de ETA, pero son sus socios: su proyecto secesionista no puede concebirse, ni cualitativa ni cuantitativamente, sin la banda y sus agentes políticos. Los partidos clásicos, que no moderados, pretenderán, en todo caso, la hegemonía del nacionalismo, pero quieren el voto y el apoyo de Batasuna y se ponen una y otra vez de su lado, con desprecio de la democracia y la libertad y con una actitud refractaria a la piedad que exigen las víctimas del terrorismo. Sus aliados, ante decisiones judiciales como la que comento y ante tantas otras actitudes políticas y civiles, son los acomplejados y resentidos, los que resultan odiar más una España moderna y libre que a los asesinos. Hay que tenerlo en cuenta ante la absurda debilidad que quiere buscar una "unanimidad" contra ETA que no es posible. El objetivo no es el consenso, sino acabar con la banda.

La debilidad a la que aludo es el caldo de cultivo de otras manifestaciones de escándalo con las que se trata de ocultar el miedo. No he visto tontería mayor en la política española de los últimos años. El miedo, que no es libre, hay que aceptarlo, manifestarlo, reflexionar sobre él. Y, después, tratar de eliminarlo con la aplicación de la ley y poniendo a disposición de los jueces a los delincuentes. No es el diálogo con el terrorista el que disipa el miedo, sino su encarcelamiento.

Comenzaba estas líneas con una obviedad: Batasuna es ETA y sus dirigentes miembros de la banda. Las imputaciones judiciales y los posibles procesamientos son la respuesta lógica del Estado ante esa barbarie tanto tiempo consentida. No hay otra posible reacción que celebrarlos. Salvo que se quiera contar con los terroristas o darles, por debilidad o miedo, aire para respirar.

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