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El embrollo mediático

La inexplicable entrega del monopolio de la televisión de pago a Jesús de Polanco –incomprensible, al menos, desde el propio punto de vista del PP– podría tener, después de todo, ciertos visos de racionalidad. Es evidente que las promesas electorales del PP acerca del pluralismo en los medios de comunicación audiovisuales –especialmente en lo que concierne a la televisión– quedaron arrumbadas en el trastero ideológico de Aznar y sus colaboradores –atestado ya de reliquias de un pasado pretendidamente liberal– desde el momento, muy temprano, en que los populares, resentidos por el mal trato que les había dado Polanco en sus tentativas electorales, decidieron que lo más sensato y conveniente, en lugar de liberalizar el espacio radioeléctrico y atreverse con las privatizaciones de los entes públicos nacionales y autonómicos, era crear un clon del grupo Prisa a su servicio.

Pero el famoso “Pacto de Nochebuena”, algunas “traiciones” y una mala gestión empresarial –más centrada en lo político que en lo económico– provocó que el multimedia que el Gobierno controlaba a través de Telefónica (Antena 3 y Onda Cero, además de Vía Digital, la punta de lanza del grupo en combate contra Prisa) hiciera aguas irremediablemente. Telefónica deseaba soltar un lastre que le había venido impuesto por el Gobierno. Y la mejor solución era firmar la paz con el “enemigo” y deshacerse de Antena 3 y Onda Cero.

Con la pérdida de Vía Digital, Antena 3 y Onda Cero, al Gobierno sólo le hubiera quedado RTVE (que, por cierto, no es poco) como multimedia “de confianza”, siempre y cuando conservara el poder. Y es aquí, a la luz de las últimas revelaciones sobre los pactos subterráneos con que Polanco y Berlusconi entretuvieron el tedio estival del mes de agosto, donde la actitud de Aznar entregándole el monopolio de la televisión de pago a Polanco podría tener algún sentido.

Por lo que ahora sabemos, es muy probable que el Gobierno, firme en su intención de controlar los medios audiovisuales, haya querido contrarrestar la entrega a Prisa del monopolio –querida, sobre todo, por Rato y Rajoy, quienes habrían así comprado la no beligerancia de don Jesús para poder luchar en paz por la sucesión, con la estéril oposición de Álvarez Cascos, que jugó el papel de pepito grillo en el Consejo de Ministros que aprobó la platajunta– con la toma de control indirecto de Tele 5 y Antena 3 más Onda Cero, que Telefónica vende en paquete. Para obtener el monopolio de la televisión de pago, Polanco sólo tendría que pagar el precio de deshacerse de Localia, cuya venta al grupo Moll, curiosamente, ya tenía apalabrada desde el pasado mes de agosto con una opción de compra condicionada al cambio en la legislación audiovisual.

Algo parecido ocurre con Berlusconi. Propietario del 40% de Tele 5 a través de Mediaset, firmó otra opción de compra condicionada –también el pasado agosto– de otro 10% a ICE Finance BV, un fondo de inversión holandés que a su vez se lo compró a José Manuel Lara –el dueño de la editorial Planeta y socio de Luis María Ansón en el diario La Razón– en mayo de 2001 por un precio exorbitado (372 millones de euros), habida cuenta de lo que Berlusconi pagará por esa participación (200 millones de euros). De este modo, il cavaliere –amigo de Aznar e íntimo de su yerno, quienes le introdujeron el la Internacional Democrática de Centro en detrimento de la democracia cristiana italiana– tomaría de nuevo el control de Tele 5 al amparo de la nueva legislación, que permite a un solo accionista poseer el 100% de una cadena de televisión. En cuanto a José Manuel Lara, no es descabellado pensar que se le ofreciera, a cambio de su participación en Tele 5, el control de Antena 3 y Onda Cero, de las que Telefónica, como resultado de la fusión de las plataformas, tendrá que desprenderse en el plazo de un año. La diferencia de 172 millones de euros (Lara obtuvo una plusvalía de 300 millones) entre el precio de venta y el de compra tendría que ver con el cambio en la legislación: un 10% ahora ya no vale lo mismo que cuando, por ley, sólo se podía poseer el 49% de una cadena, aunque tampoco cabe descartar el cobro de jugosas comisiones por quienes habrían facilitado la información privilegiada que permite realizar estos fabulosos negocios.

De ser todo así, se entendería con facilidad por qué Aznar ha cedido con tanta mansedumbre ante Polanco. Además de conservar RTVE, Tele 5, Antena 3 y Onda Cero estarían controladas por personajes afines o, cuando menos, no beligerantes contra el Gobierno. Sin embargo, en el camino queda un damnificado que no entraba en estas diabólicas quinielas: el grupo Correo, que, vista la impunidad de Polanco en lo relativo a Localia, puso en marcha también su propia red de televisión local, Onda 6, con la connivencia del Gobierno (Piqué y Birulés). La condición impuesta a Prisa de deshacerse de Localia para autorizar la fusión –probablemente conocida tanto por Polanco como por Berlusconi en agosto, cuando “apalabraron” uno la venta de Localia y otro la compra del 10% de Tele 5– afecta de lleno al grupo Correo, pues la nueva ley que ha anunciado Piqué –traicionando sus promesas al grupo Correo– impide participar al mismo tiempo en televisión nacional y local. A todas luces, el propietario de ABC y gestor de Tele 5 no es tan omnisciente –o no ha tiene acceso a la misma información privilegiada– como Polanco y Berlusconi. Y esa “falta de previsión”, además de costarle Onda 6, también significará el fin de su control y gestión de Tele 5, su gran apuesta estratégica.

El sacrificio del segundo grupo de comunicación español para dejar paso a los intereses de un empresario extranjero que, además, es el jefe del Gobierno de su país, podría parecer el fruto de una desafortunada serie de carambolas. Sin embargo, es poco probable que cerebros como el de Aznar, Rato y Rajoy, habituados a las intrigas florentinas, no hayan tenido en cuenta este desenlace, sobre todo porque los dos últimos se juegan sus intereses sucesorios. En tal caso, la involución moral e ideológica del Gobierno –el centrorreformismo– desde que llegó al poder en 1996, está próxima a completarse. A este paso, dentro de poco, y a excepción de la política económica y el crimen de Estado, será difícil distinguir al PP de Aznar de PSOE de González.

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