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Alberto Míguez

Chávez en su búnker

A medida que las fuerzas democráticas venezolanas avanzan en el proyecto de poner en pié a la ciudadanía para acabar con la extravagante dictadura de Hugo Chávez, el presidente ex golpista, o simplemente golpista, se encierra en su bunker ideológico y castrense, rechaza cualquier sugerencia por razonable que sea proviniente de la OEA o de cualquier otro organismo mediador y acusa a sus adversarios de chantajistas, golpistas, cipayos del imperialismo, etc., etc. Ni Saddam Hussein (un amigo de Chávez junto con el coronel Gadafi, otro amiguete) hubiera igualado al sátrapa venezolano en improperios de este jaez.

Días pasados, Chávez parecía dispuesto a aceptar un referéndum sobre su permanencia en el poder previsto para el mes de febrero próximo. Ahora, ya no. Ahora exige que si hay referéndum se celebre a mitad de su mandato, el mes de agosto próximo y que sea simplemente consultivo, es decir, que no le obligue a nada. Obviamente, la coordinadora democrática que agrupa a todas las fuerzas de la oposición civil y ciudadana rehúsa tal añagaza. Mientras tanto, las fuerzas armadas, la policía militarizada y las bandas o comandos “bolivarianos” atacan violentamente a quienes, en la calle o en las fábricas, en los barrios o en los “ranchitos” mantienen la cabeza alta y apoyan el paro general indefinido.

Todo el mundo dice en Venezuela que a Chávez le queda poco tiempo en el poder. Y que cuanto más se revuelva y se resista más posibilidades habrá de que estalle un conflicto civil gravísimo que nadie desea salvo él mismo. El comandante, coronel o general (ya no se sabe muy bien qué graduación tiene o se otorgó) es muy capaz de desencadenar una masacre, como lo hizo cuando encabezó un golpe de Estado que provocó dos mil muertos y ahora intenta rentabilizar acusando a sus adversarios de golpistas.

La comunidad iberoamericana –esa figura retórica inventada por el imaginativo Felipe González en su buena época– no puede permitir que se consume esta masacre anunciada y promovida por un tiranuelo criollo, casi analfabeto, brutal y grotesco a quien rodean los generalitos y coroneles corruptos de siempre, los delincuentes “bolivarianos” y los desvergonzados restos de una izquierda desaparecida y ahora guarecida bajo las banderas del castroleninismo. La ciudadanía venezolana no puede ser abandonada por los países amigos, por las organizaciones regionales (Pacto Andino, Grupo de Río, Organización de Estados Americanos), internacionales y multilaterales.

Los Estados Unidos y los Estados iberoamericanos no pueden permanecer ajenos a este disparatado episodio en el más puro estilo de Valle Inclán, Miguel Ángel Asturias o García Márquez en el que un patriarca enloquecido y sanguinario quiere terminar a sangre y fuego con sus adversarios demócratas precisamente porque son demócratas y discuten su disparatado rumbo hacia el precipicio y el caos. Chávez debe ser convencido por la comunidad internacional de que encerrándose en su bunker y enviando a sus sayones contra la sociedad civil no logrará sobrevivir a esta ola de protestas por ahora imparable. Si se le deja actuar impunemente caerá sobre todos –la OEA, la ONU, la comunidad iberoamericana, los países vecinos– la responsabilidad de la sangre derramada y de la destrucción colateral ineluctable.

Por supuesto que sugerirle al gobierno español y a su patética ministra de Exteriores que medie, intervenga o modere en este drama próximo sería como pedirle peras al olmo, no vaya a ser que utilicen la ocasión para escaquearse de los asuntos domésticos que van manga por hombro sin remedio ni rectificación.

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