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Al parecer, fue el propio Mauricio Macri, presidente de Boca Juniors, quien advirtió a Carlos Bianchi (pronunciar "chi", con "ch" de "leche" y no "ki", con "k" de "kilo", como si Bianchi fuera un piloto italiano de carreras de Fórmula Uno, o un "gigoló" a quien se le atribuyera un romance con Carmina Ordóñez) de que el contrato de Van Gaal con el Fútbol Club Barcelona concluía -siendo muy optimistas- dentro de dieciocho meses. "Ah ¿sí?... Entonces firmemos por tres temporadas", fue la respuesta de Bianchi con "ch". El máximo dirigente de uno de los dos clubes más prestigiosos de Argentina le recordaba al hombre a quien iba a contratar, consciente de sus limitaciones, la peliaguda situación del fútbol de su país, el "corralito" deportivo con el que iba a tener que manejarse en el futuro.

Pero Bianchi estuvo esperando la llamada del Barcelona. O, para ser exactos, lo que estuvo esperando Bianchi fue la confirmación de Joan Gaspart para que emprendiera viaje hacia España. Porque la llamada ya se había producido. Como recordábamos aquí mismo el otro día, si el Barcelona no hubiera ganado al Mallorca, Carlos Bianchi estaría volando en Aerolíneas Argentinas rumbo a la Ciudad Condal. Gaspart habló con el buen entrenador argentino y le dijo que esperase. Y Bianchi esperó. Y esperó. Y al final firmó con Boca pero lanzándole un "dardo envenenado" al equipo catalán: "Ah ¿sí?... Si a Van Gaal le queda año y medio de contrato, yo me quedaré aquí justo el doble de ese tiempo".

Gaspart no pudo negar su conversación con Bianchi. Para él hubiera sido sencillo mentir otra vez, pero no pudo. Simplemente miró hacia el suelo y, quitándose de encima el "muerto", le dijo al periodista que no quería hablar de ese asunto. Carlos Bianchi es un buen entrenador de fútbol, y Riquelme y Saviola (especialmente el primero) le recibirían con los brazos abiertos. Pero no es el momento para él, como tampoco lo era para ninguno de los jugadores anteriormente citados. El problema que tiene el Barcelona es una profundísima desestructuración, una pérdida de identidad importante, un despiste general que impide funcionar correctamente a todos sus estamentos.

Para Riquelme –que ya empieza a sufrir los rigores de estar bajo el mando de un entrenador militarizado–, el fichaje de Bianchi habría sido la mejor noticia desde que llegó a España. Pero entonces, el Barcelona se habría "argentinizado" después de haber estado "holandesizado". ¿Cómo "barcelonizar" al Barcelona? Es ese un curioso juego de palabras que deberá descifrar el próximo presidente del club, puesto que el actual ya es incluso incapaz de responder a una pregunta mirando directamente a los ojos del periodista de turno.

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