Menú
Ignacio Villa

Peligra el granero

La crisis interna que ha surgido en el Partido Popular de Galicia, a raíz de la dimisión de Cuiña, es el resultado de una situación de fondo que viene de lejos y que nada tiene que ver con facturas, empresas y cartas manuscritas. El PP gallego, con Fraga al frente, era un proyecto que estaba acabado desde hace tiempo; una realidad de la que eran conscientes en la calle Génova. El PP gallego ha sido y sigue siendo, en gran medida, una grandísima estructura de poderes acotados y de caciques locales que nadie se ha atrevido a poner en orden. Unas veces por culpa de unos, en otras ocasiones por culpa de otros; nadie ha afrontado la necesaria reorganización del partido, nadie ha querido desmontar el poder personalista y rejuvenecer una organización que se había quedado atrofiada y antigua. Todos se contentaban con que el PP gallego fuera una maquinaria de ganar elecciones autonómicas y un granero de votos populares para las elecciones generales. En Madrid les bastaba con que la cuenta de resultados de Galicia fuera positiva, sin afrontar el "cacao" interno de poderes e intereses que funcionaba a todo tren. Los populares de Galicia han vivido su vida, y el resultado lo tenemos encima de la mesa.

El Partido Popular ha vuelto a cometer uno de los errores más habituales de sus dirigentes. Si muy pocos se atreven a decir al presidente Aznar la verdad de lo que ocurre, con Don Manuel ocurre lo mismo pero llevado al extremo. La falta de decisión para reorganizar el PP gallego, la "huida política" de su tierra de Mariano Rajoy, y el "lavado de manos" con el que los dirigentes nacionales del PP han intentado solucionar el futuro del PP gallego han provocado una situación límite que ya no se puede ocultar.

En fin, a nadie le puede sorprender que la olla a presión haya comenzado a estallar. La inexplicable reacción y gestión del desastre del Prestige desde la Xunta de Galicia, el enfriamiento de las relaciones entre Aznar y Fraga, la atrofia e inercia que el Ejecutivo gallego vive desde hace tiempo son algunos avisos evidentes de lo que estaba pasando. La petición que tuvo que escuchar el propio Aznar de Manuel Fraga, no hace muchos días lo dice todo: "Lo único que os pido es que me dejéis retirarme en paz y con la dignidad bien alta". El PP se ha confiado con Galicia, ha pensado que era un granero electoral duradero e inacabable, y se han equivocado. El PP gallego entra en una complicada situación que va a tener su primer examen en las municipales de mayo. Si no rectifican y entran de lleno en el problema, cogiendo las riendas, Galicia puede dejar de ser ese almacén decisivo de votos fieles, hasta tal punto que incluso podrían peligrar los resultados de las generales. Ya veremos si se atreven a romper unas viejas estructuras que ya no sirven para ganar elecciones. Galicia se ha convertido en un problema para el PP. Negarse a cambiar el ritmo, empeñarse en mantener una agenda son actitudes del PP y de su presidente a las que ya estamos acostumbrados. Galicia es el primer resultado de ese empecinamiento, el proceso de sucesión podría ser la segunda entrega.

En Opinión