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Vladimir Chelminski

Mueren la economía y la libertad

Venezuela se está hundiendo como el Titanic. Se hunde porque la oposición a Chávez, cada vez más convencida de que éste va a terminar de quitarles todo lo que tienen, optó por el último de los recursos pacíficos a su alcance: paralizar el grueso de las actividades formales por dos meses seguidos. Pero todo parece indicar que a Chávez no le importa que el país se empobrezca aún más. Quizá hasta lo ve con buenos ojos. Si todos sus oponentes se quedan sin recursos, se debilita la oposición y él podrá dictarlo todo, en nombre del colectivo que cree encarnar.

Desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999, le ha hecho la guerra al sector productivo, incluyendo al petrolero. También se la hizo a los partidos políticos que no le dieron su apoyo irrestricto, a las fuerzas armadas, a la Iglesia, a la educación privada, a los sindicatos, a alcaldes y gobernadores miembros de otros partidos y, sobre todo, a los medios de comunicación. Los medios que ahora aborrece le dieron enorme apoyo en el pasado. Desde que accedió al poder le han dado amplio espacio, pero también han reportado la violencia de los chavistas, como por ejemplo los ataques con balas y piedras contra las numerosas e imponentes marchas pacíficas de la oposición. Es sorprendente observar como una población generalmente apática, que hasta 1998 ni se molestaba en ir a votar, ahora marcha casi a diario a sabiendas de que será emboscada. Quizá lo que más molesta al presidente es la publicación de las grandes contradicciones entre lo que ahora dice y lo que decía meses o años atrás. La radio y la televisión privada han tenido que soportar sus inexorables amenazas de quitarles las concesiones para el uso del espectro radioeléctrico (cumplidas en el caso de Venevisión), también las interminables auditorías de las autoridades tributarias y las del poderoso Consejo Nacional de Telecomunicaciones.

El golpe final a los medios se lo dio el 22 de enero, al decretar un control en la venta de divisas. Como Venezuela ha sido muy rica en petróleo, el Estado siempre recibió los dólares que esta actividad produce, pero nunca se interesó en que otros sectores económicos lograran exportar, por lo que el único vendedor de divisas siempre ha sido el gobierno. Por ello nunca ha existido en Venezuela un auténtico mercado de divisas. Los controles de cambio siempre provocaron corruptelas, como también el favoritismo y la discrecionalidad gubernamental. Ahora parece imposible imaginar que un periódico que critica al gobierno va a conseguir dólares para importar papel. Por eso, me temo que los días de la prensa opositora están contados.

A las pocas horas de anunciar el control de cambios, el gobierno anunció también el control de precios, tal como hicieron las administraciones de los presidentes Luis Herrera, Jaime Lusinchi y Rafael Caldera que tan mal terminaron. Antes del anuncio de los controles, la economía estaba en el suelo. En lo que el paro termine, no hay posibilidad de recuperación económica bajo controles de cambio y de precios. Tendremos una economía signada por las colas, por la corrupción y por la falta de medios de comunicación independientes.

Los periódicos que informan la realidad venezolana no conseguirán dólares para adquirir papel. Y con la escasez que siempre traen los controles, es fácil vislumbrar que ninguna fábrica tendrá que hacer publicidad para vender lo poco que logre producir. Chávez dirá que se trata de sabotaje. Para entonces quizá ya no quedarán medios de comunicación que expliquen que la causante de la escasez general es la guerra que desde hace cuatro años Chávez le declaró al sector productivo, ahora condenado a desaparecer bajos los nuevos controles. Esas son las armas ahora utilizadas por Chávez contra la economía y la libertad.

Vladimir Chelmiski es director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Caracas.

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