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Palabras tergiversadas

La Casa Blanca ha tenido que salir al paso de ciertas informaciones que hablaban de desavenencias entre el presidente estadounidense, George W. Bush, y el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, a cuenta del plan de reactivación económica de Bush. Sin embargo, tales informaciones puede que resulten exageradas y se enmarcan dentro de un contexto general de críticas al plan de la Administración Bush desde posiciones de izquierdas que siguen sin entender que la bajada de impuestos es una de las mejores formas de promover el crecimiento económico y de tener empresas competitivas, a pesar del cúmulo de evidencias favorables que existen.

El plan de Bush habla de bajar impuestos y ha sido criticado, entre otros, por ocho premios Nobel de Economía que, salvo el caso de Fogel, cuya especialidad es la historia económica, no se caracterizan precisamente por ser liberales ni defender la economía de mercado. Por el contrario, en sus filas militan destacados keynesianos e intervencionistas como Arrow o Modigliani. Por tanto, las críticas académicas al plan de Bush tienen un carácter más ideológico que académico. Ese es el problema y a ese barco han querido subir los demócratas a un republicano tan reconocido y de tanto prestigio como Greenspan.

El presidente de la Reserva Federal, sin embargo, lo que ha dicho respecto del plan de Bush es que no parece lógico recortar los impuestos al mismo tiempo que aumenta el gasto público como consecuencia de la posible guerra contra Irak porque ello lleva a la reaparición del déficit público. Greenspan está en su papel y dice lo que tiene que decir porque los números rojos en el balance de las cuentas públicas, si son abultados y duraderos, terminan por convertirse en tipos de interés más altos y en inflación, algo que concierne directamente a Greenspan, ya que la Fed tiene dos misiones: mantener la estabilidad de precios y estimular el crecimiento económico.

En este contexto, y no en otro, es en el que hay que enmarcar las palabras de Greenspan, que ha dicho lo que tiene que decir un presidente de la Reserva Federal, ni más ni menos. Interpretar sus palabras como un enfrentamiento con Bush es, cuando menos, forzado. Por ello, la Casa Blanca se ha apresurado a comunicar la confianza que el presidente del país tiene en el presidente de la autoridad monetaria. Todo lo demás son ganas de manipular la realidad, de acercar el ascua a una sardina en lugar de a otra para tratar de dar razones a quienes sin ellas se oponen al recorte de impuestos. Hasta en EEUU tienen una izquierda que sigue sin enterarse de qué va esto de la economía.

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