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Lucrecio

Francia, como Rusia

A través del lapsus, habla el inconsciente. Callando lo que no debe ser dicho, lo que, verbalizado, desmoronaría todo nuestro sistema de defensas.

El pobre Zapatero volvió a hablar el otro día. A repetir, a repetirse. Nunca, dijo, se ha producido, en la historia de la ONU, una situación como ésta: que una acción militar sea emprendida eludiendo la votación del Consejo de Seguridad para evitar un veto explícitamente anunciado. Nunca, como casi siempre que nunca se invoca, tiene vida muy breve: cuatro años. Los que hace que, unánimes, europeos y estadounidenses bombardearan la Serbia de Milosevic, sin consulta a un Consejo de Seguridad en el cual Rusia había anunciado ya su irrevocable veto.

Cuatro años no es un plazo de memoria tan largo. Ni siquiera para un sujeto intelectualmente tan poco dotado como Rodríguez Zapatero. Ni siquiera para cerebros tan romos como los que componen su equipo de asesores. Y, sin embargo, yo pienso que el pobre Zapatero era sincero: en su limitado depósito neuronal, Kósovo y el ataque “ilegal” contra Milosévic no existen; han sido impecablemente borrados.

No es aleatorio ese episodio de amnesia. Si el lapsus hace resonar, por ausencia, lo de verdad grave para el que habla, éste merece pasar a los manuales. La gravedad del olvido de Kósovo es la gravedad de un presente que sólo resulta soportable en ausencia de esa tan cercana memoria.

Kósovo. Matanza civil con atisbos de genocidio. Unanimidad de los países civilizados –políticamente civilizados, esto es garantistas, más de las tres cuartas partes de los de la ONU no lo son–, ante la certeza de que nada iba a detener pacíficamente el genocidio. ONU. Consejo de Seguridad. Rusia vetará que los asesinos sean detenidos. Una legislación obsoleta otorga a ese residuo mafioso de la peor dictadura de la historia moderna un obsceno derecho de bloquear cualquier decisión mayoritaria. Violar ese derecho ruso es hacer saltar la legislación internacional sobre la cual se sustenta la ONU. Los aliados bombardean haciendo caso omiso de Consejo de Seguridad, legislación internacional y ONU. Se encomienda a la fuerza aérea estadounidense el trabajo duro, pero todas las fuerzas europeas, sin distinción, a izquierda como a derecha, se congratulan de que la infame normativa del Consejo haya sido quebrada en beneficio de una población al borde del exterminio. También el partido socialista de González y del pobre Zapatero, uno de cuyos hombres, un tal Solana, era pieza clave en la maniobra.

Los cimientos de la ONU fueron volados en Kósovo. Ahora, sencillamente, se aplica la jurisprudencia consagrada. Irak no es Serbia. Es mil veces peor. Sadam no es Milosévic. Ha asesinado cien o doscientas veces más, y está mucho más peligrosamente armado, y es una barrera insalvable frente a la gestación de horizontes de paz para un Cercano Oriente en tormenta continua desde hace más de medio siglo. Francia, que veta ahora, no es la Rusia que vetó entonces. Rusia es mafia de Estado. Francia es potencia neocolonial que se arroga un derecho ilimitado de intervención en el África negra y un derecho ilimitado de corrupción en el mundo árabe. Que, el mismo en que Chirac abominaba la prepotencia del Bush a punto de derrocar al peor dictador de la zona, el ejército francés interviniese, a su soberano arbitrio, en la República Centroafricana (llevaba ya varios meses haciéndolo en Costa de Marfil) tiene algo de justicia poética.

Rusia vetaba en Kósovo. Francia, en Irak. ¿Qué es mejor, una mafia de Estado o un Estado neocolonialista? Que respondan los necios. O el pobrecito señor Zapatero.

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