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Los aliados españoles de Sadam

Quizá uno de los grandes méritos atribuibles a José María Aznar es que, en España, la extrema derecha es puramente testimonial. Un partido con la fortaleza del Frente Nacional de Le Pen en Francia es hoy impensable en nuestro país, ya se halle el PP en el Gobierno o en la Oposición. Y hasta hace bien poco, mientras el PSOE disfrutó del poder y mientras creyó tarea más o menos fácil el recuperarlo a corto plazo, la extrema izquierda, representada por IU, llevaba camino de convertirse en una fuerza extraparlamentaria.

Llamazares ha convertido su partido en la sucursal española de esa nueva Komintern constituida por el Foro Social Mundial, que, al igual que la de los años 30, se encarga de la fabricación en serie de la propaganda y de las mistificaciones antiliberales, así como de la organización de las campañas de agitación destinadas a presionar y socavar por medios antidemocráticos –también hoy con la excusa de la paz, de la libertad y del humanitarismo– a los gobiernos legítimos que no se pliegan a sus deseos. Izquierda Unida jamás ha ocultado su fobia por todo lo que significan los EEUU, pues su máxima aspiración política es implantar en España el “modelo referencial” castrista.

Por ello, es imposible acusar a Llamazares de incoherencia cuando insta desde sus terminales de agitación y propaganda –extendidos sobre todo por el mundo de la educación pública y de la cultura subvencionada– a una rebelión abierta contra el gobierno legítimo del PP con la excusa de la guerra contra Irak. La destrucción o el apedreamiento de las sedes del partido del Gobierno; el acoso, la negación de la palabra y el insulto a sus líderes y candidatos; el anunciado boicot –el próximo día 27– a los servidores de Internet del PP; incluso la infamia de llamar a Bush, Blair y Aznar “asesinos” coreando al mismo tiempo “Sadam te quiero, Sadam yo te adoro...”; todo vale con tal de desacreditar a Aznar y crear una sensación de “espontáneo estallido social” en contra del Gobierno. Al fin y al cabo, como todo partido antisistema, Izquierda Unida no aspira a gobernar en una democracia liberal, sino a sustituirla por otro tipo de “democracia”.

Sin embargo, José Luis Rodríguez Zapatero, impaciente por alcanzar la cima del poder, se ha embarcado en una peligrosa deriva antisistema a la sombra de Izquierda Unida, dando alas y legitimidad a los planteamientos antidemocráticos de una extrema izquierda moribunda hace sólo unos pocos meses. Que el PSOE, el único partido que está en condiciones de ofrecer una alternativa democrática al PP en el marco de la Constitución, diga por boca de Zapatero que “defenderá cuantas iniciativas se promuevan en todos los ámbitos e instituciones a favor del cese de las hostilidades en el menos tiempo posible”, ofreciéndose como correa de transmisión y altavoz de IU y de la nueva Komintern, es motivo de grave preocupación. Sobre todo cuando en su acercamiento a la extrema izquierda internacional, Zapatero olvida deliberadamente cuál fue la política de su partido en el gobierno.

Acusar a Aznar de desautorizar al Consejo de Seguridad de la ONU (“la única expresión hasta ahora de la democracia mundial”) y al mismo tiempo intentar ocultar que el PSOE, en la crisis de Kosovo, se congratuló de arrumbarlo –entonces con razón, cuando Javier Solana era secretario general de la OTAN– como una reliquia de tiempos pasados sin que entonces importasen tanto las víctimas de la guerra emprendida para detener el genocidio de los kosovares, es una muestra de incoherencia imperdonable en un dirigente político que aspira a gobernar España.

Pero que Zapatero apoye –directa o indirectamente, con la esperanza de acelerar su llegada al poder – a un psicópata criminal como Sadam Hussein –quien ya ha demostrado que ocultaba abundancia de armas prohibidas por la ONU (que jamás hubieran encontrado los inspectores) lanzándolas sobre Kuwait– exigiendo al Gobierno la retirada de su apoyo a la coalición internacional (que ya integran cuarenta países) sin otro argumento más sólido que el de las víctimas inocentes de los bombardeos –los crímenes de Sadam no cuentan– le descalifica completamente como futuro gobernante, rebajándolo al nivel de un vulgar agitador antisistema.

En España

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