Una espuria manía
Las veces que habré contado la manía de Felipe González de decir “espúreo” en lugar de “espurio”. Pues bien, retiro la crítica y me doy por vencido. La manía se ha convertido en uso lingüístico. La Real Academia no tendrá más remedio que admitir el cambio, por caprichoso que parezca. Con ocasión del reciente transfuguismo o plante de los dos diputados madrileños, ya todo el mundo dice “espúreo”. Los de un partido y los del otro, personas con carrera y sin carrera, jóvenes y viejos. La verdad es que es más sonoro ese barbarismo de “espúreo”. Por la misma razón de eufonía, muchos finos dicen “aereopuerto”, en lugar del correcto “aeropuerto”. En cuyo caso ya veo que de nada sirve anotar aquí tantos errores y erratas. Los usos del idioma siguen su curso y no valen diques ni señales de prohibición. Es más, se impone el conocido fenómeno del plebeyismo por el que las clases educadas tienden a aceptar los barbarismos de las clases populares. Vamos, es como si la florista Eliza Doolittle hubiera enseñado a pronunciar bien al profesor Henry Higgins.
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