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Germán Yanke

Alberdi tiene razón

Me tiene perplejo Cristina Alberdi con su insistencia en llamar la atención acerca de las incoherencias de su propio partido. Una y otra vez, aprovechando una conferencia, un acto público o unas declaraciones periodísticas, la ex ministra critica el ridículo (malicioso) del PSOE en la Asamblea de Madrid, pone el dedo en la llaga sobre el alcance de los extravagantes planes de Maragall o advierte de los peligros de formular ahora desde su partido reformas estatutarias y revisiones político-territoriales. Me tiene perplejo y admirado esta batalla en solitario por el sentido común ya que, en contra de las especulaciones surgidas tras su primera aparición crítica, no ha arrastrado a otros.

Por ello, aún más perplejo me tiene el PSOE ya que, los defensores de antaño de las mismas tesis de Alberdi o los que ahora lo hacen en privado, no salen al tablero público. La “discusión” en Santillana, las propuestas de Bono, etc. buscan el apaño (aunque se le llame consenso) y no el debate de fondo de un partido cuya única cohesión en que todos sean felices, que cada cual haga lo que le venga en gana.

¿Exagera Alberdi? ¿Es el resentimiento lo que le hace decir ahora que la propuesta autonómica del PSOE da alas al plan de Ibarretxe? A mi juicio, no. El pasado día 30 de julio Ibarretxe se reunió con los consejeros nacionalistas de sus predecesores en la presidencia del Gobierno vasco y les dio a entender que había conversaciones con el PSOE, al día siguiente, en Loyola, alabó la propuesta de reformas estatutarias y la presentación de “alternativas” a su plan. No es un consuelo que el documento socialista sea, para los nacionalistas, decepcionante; lo peligroso de la propuesta del PSOE es que se atisbe la posibilidad de discutir los planes nacionalistas.

¿No es bueno discutir cualquier cosa? ¿Oír y debatir? Pues no, hay cosas que no es bueno discutir. No sería bueno discutir la eliminación de los comicios, por ejemplo, que es algo tan antidemocrático como el contenido del Plan Ibarretxe. Alberdi tiene razón y, quizá por ello, nadie quiere discutir con ella en el PSOE.

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