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Susana Moneo

Nerviosismo electoral

Zapatero quiso dar un golpe de efecto con el órdago al PP. Buscó el momento adecuado, justo en la apertura del año judicial, en plena celebración con la plana mayor de chaqué . Buscó el argumento para desacreditar al PP, acusarle de sacar provecho político de la justicia. Ni lo uno ni lo otro surtieron el efecto que deseaba el líder virtual de Ferraz.

Su inconsistente explicación para descargar tal amenaza le da a su actitud rango de pataleta. Su burdo intento de ocultar tras una pretendida mejora de la justicia , un ataque propio de un periodo preelectoral ha quedado al descubierto. Si hay un incumplimiento de los acuerdos, que lo denuncie políticamente , y en aras de esa defensa de los ciudadanos que airea como bandera, propicie su restitución y reclame al Gobierno observancia en sus promesas. Claro que quizás es que las bravatas sean el nuevo estilo de ese Zapatero que, un día, mal aconsejado, u obligado por profundos débitos, abandonó la moderación y la proclamada voluntad de consenso. Ya no se sabe si es inexperiencia, incapacidad o impotencia. Desplante, a falta de motivos.

Y cuando menos, sin entrar en profusas argumentaciones, acusar al PP de un uso “espurio” de la justicia es una osadía y una temeridad viniendo de alguien que ha militado tanto tiempo en el PSOE, si bien nunca pareció que Zapatero participase o se enterase de mucho. Debería pedir a su jefe de prensa que le “documente” sobre las actuaciones de su partido cuando estaba en el Gobierno.

La respuesta, la doble contestación a su advertencia, le ha dejado fuera de juego. El Ministro de Justicia ha reaccionado con diligencia y respeto político. Aznar, en su nuevo papel, le ha contestado como se responde a un niño enrabietado.

Zapatero obtuvo su minuto de protagonismo, sí, lo consiguió. Pero ese protagonismo se volvió contra él.

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