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Víctor Llano

La jaima castrista

Según José María Aznar, cualquier observador “perspicaz” ha de reconocer que Libia “está haciendo el camino exactamente contrario al de Cuba”. En lo de su viaje a Trípoli, la jaima, el caballo, y las fotos con el terrorista, no vamos a detenernos mucho. Ya lo han hecho y lo harán otros. Pero respecto a lo que ha dicho de Cuba, sí quisiéramos expresar nuestra preocupación y sorpresa. No es cierto lo que ha dado a entender. El régimen comunista no está recorriendo camino alguno. No está de vuelta de nada. Está donde estaba hace 44 años. Instalado en la barbarie y en la mentira. Castro no es hoy peor que lo era en enero de 1959.

Muchos de los que durante cuatro décadas defendieron y justificaron los crímenes de la robolución castrista podrían estar de acuerdo con las declaraciones de Aznar. Sólo se atrevieron a criticar un poquito al coma-andante después de que fusilara a tres negritos y encarcelara a los disidentes más comprometidos. Para ellos, Castro ha enloquecido de repente; pero antes, era un personaje romántico e idealista que únicamente pretendía defenderse de las agresiones de EEUU. Ahora es peor. Antes no era tan malo. Por eso lo defendían y le rían todas sus bufonadas.

De este tipo de “progres” –siempre indiferentes ante el sufrimiento ajeno– que huyen de la verdad y odian todo lo que les suene a justicia y libertad, no cabe esperar otra cosa. Sin embargo, el Presidente del Gobierno español no puede caer en ese error. No puede ignorar que el régimen comunista no asesina más hoy que hace 44 años, cuando fusiló a decenas de españoles y robó a miles de ellos todo lo que tenían.

Estamos convencidos de que no ha sido su intención confundir a nadie. Aznar nunca fue amigo de Esteban Dido y jamás justificó sus crímenes. No obstante, creemos que no es mucho pedirle que cuando se acuerde de los cubanos sea un poco más riguroso. Si tenía necesidad de justificar un viaje injustificable, podría haberse servido de mejores argumentos. Gadafi y Castro están donde estuvieron siempre: en el odio, en la mentira y en el crimen. Ni el primero es hoy mejor de lo que fue, ni el segundo, peor.

Las víctimas de Fidel Castro devoran todo lo que en España se dice de su patria y no entenderán eso de que su verdugo desanda hoy un camino que supuestamente un día emprendió. No es cuestión de perspicacia. Cuando se centuplicaron las inversiones españolas en el apartheid comunista, no existía allí menos represión de la que hoy existe. Tal vez entonces no fueran tantos los héroes que desde el último mes de marzo el monstruo de Birán se ha visto obligado a encarcelar; pero su brutalidad no se ha incrementado, se han multiplicado los mártires. El terror en el que viven los cubanos es el mismo de siempre.

Después del viaje de Aznar a Libia, nos preguntamos ¿cuánto tardará un Presidente español en reunirse con los que hereden la tiranía? Es probable que, al más mínimo guiño aperturista que llegue de la Isla, vuele a La Habana para intentar salvar eso que llaman “intereses españoles”. A Castro ya todo le importa muy poco, pero sus herederos analizarán con lupa la visita de Aznar a Gadafi. Sueñan con no rendir jamás cuenta de sus crímenes y saben que tienen muchas posibilidades de lograrlo. Si cuando muera su Máximo Líder, se paran, respiran un poco, y simulan que se dan la vuelta, todo quedará en nada. Si Aznar corrió a hacerse una foto con Gadafi, ¿qué impedirá que después del “muy esperado velorio” un Presidente español les visite? Ya están pensando en el regalo que le harán. Un caballo no parece lo más apropiado.


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