Después de Libia
La segunda ha venido de la mano del uso de la fuerza contra Sadam por lo que de ejemplo de la intransigencia actual del mundo occidental -y en particular de su hegemón, los Estados Unidos- con los potenciales proliferadores. Esto ha dado su evidente resultado con un Gadafi venido a menos y conocedor en sus propias carnes de la furia norteamericana. Pero no puede quedar ahí simplemente. Es obvio que con países como India, Pakistán y Corea del Norte no hay nada que hacer en este respecto, pero quedan suficientes países en el umbral de la ambición nuclear que sí pueden ser influidos en este momento. Uno de ellos, de gran interés para España, es Argelia. En 1991 se supo que estaba no sólo construyendo una central nuclear de alto rendimiento, en Ain Ousera, al sur de Argel, sino que también comenzaba las obras de un núcleo de reprocesamiento del uranio cuya única finalidad sólo podía ser militar. La guerra civil ha mermado estos programas, pero ambas instalaciones siguen siendo defendidas con misiles tierra-aire de última generación. Ha llegado el momento de presionar para el abandono y el desmantelamiento definitivo de esas instalaciones y programas. Argelia no necesita la energía nuclear para su desarrollo. Y en la medida en que su vecina Libia renuncia a sus programas de armas de destrucción masiva, la dinámica de defenderse del vecino se evapora. Y después de Argelia deberían venir Egipto y Siria. Que el Levante se convierta en el mejor ejemplo de la contraproliferación.
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.
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