Segun informaba este domingo The New York Times, una de las ex vigilantes militares de la cárcel de Abu Ghraib, acusada de haber torturado a los detenidos iraquíes en la prisión, dijo a los investigadores que algunas de las fotos que les tomaron, masturbándose o tirados en el suelo desnudos, las hicieron por "diversión”. Así lo ha comentado la soldado Lynndie England, la mujer que aparece en una de las fotos sujetando con una soga al cuello a un hombre desnudo tirado en el suelo.
Por su parte, el general Antonio Taguba, encargado de redactar el informe sobre los abusos a los presos iraquíes, también ha denunciado unas imágenes en las que, según dice textualmente, hay un “policía militar que mantiene relaciones sexuales con una prisionera” y también de uno de los cautivos en momentos en que es sodomizado con una linterna.
Junto a estas noticias, el diario The New Yorker ha relacionado estas fotografias nada menos que con un presunto plan secreto, aprobado por Rumsfeld en 2003, para extraer información a los prisioneros.
Desde el Pentángono no han tardado en desmentir tajantemente ese informe, que uno de sus portavoces ha tildado de "descabellado, cómplice y lleno de conjeturas anónimas".
Las estremecedoras fotografias que han dado la vuelta al mundo, efectivamente parecen apuntar más al cobarde sadismo de sus autores que a la ejecución disciplinada de un plan elaborado por el Pentágono para extraer de forma coercitiva a los detenidos información sobre Al Qaida.
En cualquier caso, a la espera de que se concluyan las investigaciones y se castigue con la máxima dureza a los autores de esas crueles e infames vejaciones y violaciones, lo que sí ya cabe denunciar es la enorme manipulación que de estas fotografías están haciendo quienes han venido silenciado la sistemática aplicación de la tortura llevada a cabo por el régimen de Sadam Husseín.
No nos referimos en exclusiva al Daily Mirror, cuyo director ha tenido que dimitir al destaparse que las fotografías que implicaban a soldados británicos eran falsas; tampoco a los terroristas que hace unos días han agitado las fotografías de los los prisioneros en Abu Ghraib como excusa para degollar ante las cámaras a un ciudadano norteamericano; ni siquiera, a los dictadores que, como Fidel Castro, se rasgan las vestiduras ante esas imágenes, a pesar de haber hecho del uso sistemático de la tortura uno de sus pilares de gobierno.
Nos referimos también a todos los medios de comunicación que han utilizado y utilizan esas fotos, no para denigrar a los autores de esa cobarde barbarie, sino a la intervención militar aliada en Irak; nos referimos a todos esos pseudoperiodistas que dicen perseguir la verdad pero que han ocultado las imágenes de las fosas comunes de los miles y miles de iraquies inocentes torturados y asesinados por los esbirros de Sadam; nos referimos a esos dominantes medios de comunicación que utilizan esas imágenes de Abu Graib para exigir la retirada de las tropas aliadas, a pesar de saber perfectamente que eso conllevaría un incremento exponencial del número de torturas y exterminio de ciudadanos iraquíes, tal y como el que perpetrarían los terroristas de Al Qaida o los fundamentalistas chiies de Al Sadr.
¿Qué valor dar a sus denuncias contra la tortura que no sea la de decir que, en su caso, no son más que “un homenaje que el vicio rinde a la virtud”? Pues así definía La Rochefoucauld a la hipocresía.

