Rubén Loza Aguerrebere
Buenos Aires, ola de secuestros
...un padre ha llegado al extremo de pintar con los colores de un taxi el coche de su hija, así como otro importante hombre de negocios ha decidido pintar a las puertas de su automóvil un letrero donde se anuncia como fontanero a domicilio.
Se estima que aproximadamente el cincuenta por ciento de los secuestros que se realizan en Buenos Aires, que alcanzan un número por demás elevado (no todos se divulgan) tienen lugar en el partido de San Isidro. Los habitantes tienen alto poder adquisitivo, e invierten fuertes sumas en custodias o, caso contrario, se quedan en casa, encerrados.
En estos momentos, que se sepa, hay dos secuestros muy notorios. Ambos de personas jóvenes. Se dice que, en un caso, se habría pagado el rescate solicitado, pero, a pesar de ello, el secuestrado no ha sido liberado. Y desde hace dieciséis días, un chico que iba con su madre a misa, también ha sido secuestrado, pero de él no se tiene noticia alguna. La madre, tras varios días de silencio, ha terminado leyendo una carta a los captores, rogando por la libertad de su hijo. Hay quienes conjeturan que, en este caso, hubo “error de persona” y que, por tanto, se ha tornado complejo el operativo de retorno.
Como comprenderán los lectores, estas situaciones no suelen ser demasiado mencionadas en la prensa; éstos casos han acaparado las carátulas de los periódicos, pero muchos otros no son denunciados, ya se los familiares procuran solucionarlos sin intervención ajena, pagando lo que se solicita, en tramitaciones directas con los captores. Son los tristemente llamados “secuestros exprés”. Al parecer, en aquella zona, y sobre todo, en puentes de ingreso, se verifican las negociaciones; en medio del tráfago de miles de coches que van y vienen. Desde las autopistas (donde han comenzado a realizarse operativos policiales) los raptores, mediante teléfonos móviles, en tanto llevan consigo a la víctima, negocian la libertad, las condiciones de pago, lugares de entrega y demás detalles de estas operaciones tan dolorosas.
Por cierto, todo ello ha puesto en una situación por demás difícil al gobierno. Todos están con temor. Parece una invención lo que les cuento, pero se trata de casos de los cuales me he enterado de primera mano: un padre ha llegado al extremo de pintar con los colores de un taxi el coche de su hija, así como otro importante hombre de negocios ha decidido pintar a las puertas de su automóvil un letrero donde se anuncia como fontanero a domicilio.
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