El 7 de mayo de 2000, domingo, ETA asesinó en Andoain, Guipúzcoa, a José Luis López de la Calle, miembro fundador del Foro de Ermua y comprometido luchador antifascista, ya desde los tiempos de Franco; el mismo compromiso que, llegada la democracia a España, le llevó a combatir a ETA. y al conjunto del nacionalismo vasco, artífices de que la transición democrática no alcanzara a Euskadi. Justificó ETA el asesinato, curiosamente, llamando facha a José Luis; condenó el nacionalismo vasco tal asesinato, pero añadiendo que determinadas cosas ocurren por tener determinadas ideas.
Los jerarcas del nacionalismo vasco habían terminado de ensuciarse las manos en Estella, en septiembre de 1998. Ya un año antes, tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, el nacionalismo vasco percibió el presumible fin de ETA y corrió en auxilio de la banda terrorista; sin tiros ni bombas, no podría explicar el nacionalismo vasco cómo habría conseguido las cuotas de poder tramposamente obtenidas, y cómo seguir ostentando ese poder, salpicado de sangre y basado en el miedo casi reverencial de una buena parte de la sociedad vasca, convencida de que, con el nacionalismo vasco en la oposición, la banda terrorista amplificaría su letal violencia.
Insulta a las víctimas el Lehendakari, que en 1.998 fue aupado al poder con los votos de ese animal al que los suyos llaman Ternera.
Insultan a las víctimas el Gobierno autonómico vasco y su mesiánico Lehendakari, obsesionados con la viabilidad de fracturar una sociedad entre ciudadanos de primera y residentes de segunda. Insulta a las víctimas ese Gobierno, que subvenciona revistas, y hasta publicaciones infantiles, donde la apología del terrorismo transpira hasta por las tapas. Insulta a las víctimas ese Gobierno, que subvenciona a los familiares de los presos etarras; ni los familiares ni los presos condenaron nunca uno solo de los crímenes perpetrados, y se sirven del colectivo de presos para atemorizar al disidente y captar futuros pistoleros. Insulta a las víctimas ese Gobierno autonómico, que se sirve de los medios de comunicación públicos para impartir y publicitar la doctrina que siguió al asesinato de José Luis, quien, dijeron, habría salvado la vida si pensara de otra forma, es decir, o sencillamente no pensara, o lo hiciera en clave nacionalista.
Le chorrea el favoritismo a ese Gobierno vasco, que ha subvencionado a los trincones que nunca han querido el final del terrorismo, fuente de inspiración ideológica, y, sobre todo, estomacal.
Le chorrea el odio a ese Gobierno vasco, que ha anunciado acciones legales contra nosotros, el Foro de Ermua, y contra nuestras asociaciones hermanas, que tienen las manos limpias y aglutinan a las víctimas del terrorismo; las misma víctimas que, imaginen por qué, nada quieren saber de ese Gobierno y de su Lehendakari.
Le chorrea la complicidad a ese Gobierno vasco, a la vanguardia ya de la persecución de las asociaciones cívicas que combaten a ETA.
No hay ninguna opción para el encuentro con ellos, y sí para el combate. Reeditemos la alianza política de mayo de 2001, que es el reencuentro de las víctimas y su compromiso frente a ETA y sus cómplices.
Tal es la única forma de vencer, definitivamente.
Rubén Múgica es portavoz del Foro de Ermua