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Víctor Llano

El dossier que guardó el superjuez

Cabrera Infante ya no le podrá preguntar al superjuez por qué jamás se ocupó de Fidel Castro, pero todos aquellos que quieran saber quién es el Máximo Líder, pueden leer Mea Cuba y comprobar hasta dónde alcanzó y aún alcanza su barbarie

Como tantos otros exiliados, Cabrera Infante murió muy lejos de La Habana. Su verdugo vivió más que él. Y es que de nada nos sirve insistir en llamarle coma-andante. Ya no tiene gracia. Nos enterrará a todos. Ha hecho un pacto con el diablo. Es decir, consigo mismo. No sólo no está en coma, sino que se ha recuperado milagrosamente de la que sepamos es su última caída. No en vano le esperan con ansiedad en Uruguay y en Chile. Ningún juez osará incomodarle. Antes al contrario, le recibirán con todos los honores. Son muchos los desalmados que sienten una gran debilidad por los asesinos en serie.
 
Como cabía esperar, Zapatero no podía ser menos y le ha invitado a la próxima Cumbre Iberoamericana que se celebrará en Salamanca. No nos sorprendería que asistiera y que lejos de preocuparse por Baltasar Garzón, cene con él en la casa de Joaquín Sabina y le exija que meta en cintura a los pocos enemigos que aún tiene en nuestro país. Ya me lo advirtió un amigo psicoanalista, ser paranoico no significa que no te persigan; si Castro decide visitarnos, no él, soy yo quien he de preocuparme. Así que más me vale andar con mucho ojo, que dicen que el psicólogo del Río de la Plata es sabio y jamás habla por hablar.
 
Y es que aquí han cambiado mucho las cosas desde aquella horrible mañana de marzo. El coma-andante lo sabe y no es capaz de disimular su gozo cuando le hablan de mochilas bombas activadas con teléfonos móviles. ¡Vaya! Lo siento. Se me escapó. Que no conste en acta lo de coma-andante. Lo retiro. Quise escribir Comandante en Jefe. No le volveré a llamar coma-nada. Lo juro por Snoopy. Espero que el ministro del Interior me disculpe. Se me escapó. Es la costumbre. La mala costumbre que desde el 14-M sólo demuestra una incalificable falta de respeto con uno de nuestros mejores aliados. Prometo enmendarme. Total que más da llamarle asesino en serie, Gran Madame, Monstruo de Birán o Esteban Dido, si al final ahí lo tienen, recorriendo mundo y encantado de haberse conocido.
 
Desde su exilio en Londres, Cabrera Infante seguía los malos pasos que daba su verdugo. También los de todos sus amiguitos y los del superjuez español que jamás se atrevió a preguntarle por sus crímenes. Por su interés, rescato del olvido una declaración del autor de Tres tristes tigres:
 
“Hace años, cuando acusaba y acosaba a Pinochet, el juez Garzón recibió un dossier completo sobre Fidel Castro y su tiranía activa. El buen juez prometió estudiar los documentos. Creo que todavía los estará estudiando. Había una ley universal de que jamás se enjuiciaría a un déspota en el poder. Garzón, el buen juez, le explicó al cubano disidente en el exilio, que traía todos los documentos verificables de los crímenes cometidos por Castro, que eran más que las acusaciones que sirvieron para hacer la guerra a Sadam Hussein y bajarlo de su trono de poder totalitario. Espero que Garzón vuelva a activar ese dossier, que ha crecido hasta hacerse todo un caso enorme, y proceda a procesarlo., Mi libro Mea Cuba sería mi índice acusador.”
 
Cabrera Infante ya no le podrá preguntar al superjuez por qué jamás se ocupó de Fidel Castro, pero todos aquellos que quieran saber quién es el Máximo Líder, pueden leerMea Cubay comprobar hasta dónde alcanzó y aún alcanza su barbarie. Lástima que no cayera en mejores manos el dossier en el que se cuentan sólo algunos de sus muchos crímenes. Es lo que tiene el turno de guardia de la Audiencia Nacional.

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