De tanto pensar por mi cuenta y examinar el presente y el pasado "en su mérito" -como dicen algunos-, me he quedado casi solo. Cuesta mucho encontrar a alguien que todavía no haya sido objeto del aseo cerebral masivo. Uno de los más activos en llevarlo a cabo ha sido el actual presidente de Chile, Ricardo Lagos, que de tanto lavar cerebros ajenos ha terminado por lavarse el propio. No de otra manera se explica su fantástica aseveración del otro día: "Que yo sepa, acá no ha habido ningún robo, salvo los robos de las empresas públicas que ahora son privadas". Para venir de un hombre del régimen que amparó el despojo de propiedades más masivo y extenso de la historia de Chile, la afirmación resulta sorprendente. Cuando él estaba recién designado embajador en Moscú, en 1973, la Cámara de Diputados denunciaba al Gobierno por "permitir y amparar más de mil 500 'tomas' ilegales de predios agrícolas y promover centenares de 'tomas' de establecimientos industriales y comerciales, para luego requisarlos e intervenirlos ilegalmente y constituir así, por la vía del despojo, el área estatal de la economía". "Estatal" sólo en el nombre porque era para beneficio privado. Recordamos que no había en el comercio refrigeradores de la fábrica incautada, pero uno podía comprarlos, nuevos, a través de los avisos económicos, a precio de mercado negro, naturalmente. ¡Por favor, Excelentísimo Señor Presidente! ¿Hasta cuándo abusará usted de nuestra paciencia?
También los cerebros sin lavar reparamos en el recurso de protección interpuesto por el abogado Gonzalo Cruzat, quien a los 11 años de edad y bajo el gobierno militar, fuera secuestrado por el brazo armado comunista. Tras amenazas de muerte constantes, fue finalmente rescatado, previo cuantioso pago. La ínclita Comisión para la Prisión Política y la Tortura le negó a Cruzat el carácter de víctima, pero sí se lo reconoció a sus secuestradores.
Otra cosa que sólo advertimos los cerebros sin lavar son ciertas líneas de un libro de izquierda sobre la candidata presidencial Michelle Bachelet, donde se revela que su pareja de los años 70, Jaime López Arellano, manifestaba en Berlín Oriental gran interés por visitar "las escuelas de instrucción militar, abiertas en la RDA y en la URSS, para militantes del Partido Socialista". Hasta nosotros creíamos que el entrenamiento militar de la izquierda había sido sólo en Cuba. ¿Cuántas pensiones estaremos pagando también a ex guerrilleros, hoy "víctimas", entrenados en la Alemania oriental y la Unión Soviética?