Colabora
Carlos Semprún Maura

Nostalgia de la alpargata

Hoy, todos, izquierda, derecha, centro, alhóndigas, ONG, todos se unen en la patriótica batalla de la “excepción cultural”, o genocidio cultural

La otra noche, huyendo de los mortíferos filmes y telefilmes franceses que invaden los canales de televisión, impuestos autoritariamente por la “excepción cultural francesa”, esa vergüenza nacional, me topé, sin quererlo, con el final de “Metrópolis”, programa cultural de la cadena “cultural” (a veces) franco-alemana ARTE. El programa lo dirige Pierre-André Boutang, hijo del ultracarca antisemita Pierre Boutang, el cual para matar freudianamente a su padre (que, por otra parte, venera filialmente, el asesinato freudiano es cosa compleja), se pasa la vida exaltando figuras de la ultraizquierda (en “ultra” se queda).
 
Últimamente nos tocó Toni Negri, antes fue Sartre, Jacques Derrida, que lo desestructura todo, salvo el marxismo-leninismo, Daniel Guerin, etcétera. Pues en esa fragmento final de “Metrópolis” que vi , por chiripa, Roger Planchon, el célebre director escénico de teatro y actor, con pinitos de cineasta, con tan mala fortuna como Patrice Chereau en el arte cinematográfico, sentaba cátedra de artista comprometido o “ingeniero de las almas”, como les definían Stalin y Sartre: “Desde la muerte del comunismo –cito de memoria-, los sindicatos se desinteresan totalmente de la cultura, antes no era así, querían arrancar la cultura de manos de la burguesía, apropiarse la cultura, porque la apropiación de la cultura siempre ha sido un objeto central del marxismo revolucionario. Yo pienso a menudo en Marx, viviendo miserablemente en Londres, sin una pela, ni un maravedí, escribiendo sus obras geniales y recitando Shakespeare en inglés a sus hijas. Esa es para mí la imagen de una sociedad justa, en la que la gente sólo comiera patatas, con un poco de mantequilla, tal vez, pero donde en todos los hogares se recitara a Shakespeare, por ejemplo”. Esta nostalgia de la alapargata y esa imagen bucólica –o ecológica– del fundador del totalitarismo, mantenido como una querida por el capitalista anticapitalista Engels, ese cromo de buen padre de familia y “poeta maldito”, no es, desde luego, lo que domina hoy, ni en los tristes posos comunistas, ni en los sindicatos, ni en la socialburocracia sociata. Sólo como vapor calenturiento recorre la mente de algunos intelectuales nostálgicos. Además, no ha dominado nunca lo que Planchon define como “apropiación” (o sea robo) de la cultura. Constituía en realidad el intento fallido, pero solamente a la larga, de imponer el marxismo en la Universidades y un “realismo socialista”, copiado del soviético, pero adaptado a la française. Hoy, todos, izquierda, derecha, centro, alhóndigas, ONG, todos se unen en la patriótica batalla de la “excepción cultural”, o genocidio cultural. La nueva aportación a este noble combate de Dominique de Villepin, exigiendo nada menos que el “patriotismo económico”, no pasa de ser una galejade (o broma marsellesa). Volveré sobre este folclórico tema en mi próxima “carta”.
 
Ante éste y otros, elogios de la pobreza, como el de Planchon, yo siempre recuerdo esta broma británica: En una escuela un maestro da a sus alumnos este tema de redacción: “Describan y comenten la pobreza”. Un alumno escribe: “Los Smith eran una familia muy pobre, porque todos eran pobres, el padre era pobre, la madre era pobre, los hijos eran pobres, el mayordomo era pobre y hasta el chofer era pobre”.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario