Al son de los terroristas
El Gobierno se ha entregado en manos de los terroristas y son ellos los que van marcando los tiempos, las formas y las maneras. Ellos imponen el calendario, los plazos y las cesiones. Es la rendición de la democracia.
Hemos vuelto a vivir una de esas historias que bien podría formar parte de un entramado mafioso, pero que no es más que una parte de la estrategia tosca, burda y mentirosa de un Gobierno desesperado tras haberse embarcado en un proceso de rendición ante los terroristas. Es la confirmación del pavor que tiene Moncloa a la más mínima amenaza de los terroristas.
Primero, Batasuna amenaza a Zapatero: si la semana próxima la mesa nacional del brazo político de ETA termina en la cárcel, se acabó todo. La respuesta inmediata del Gobierno nos llega, como no podía ser de otro modo, desde las páginas del diario El País. Es un mensaje tranquilizador para los etarras: no va a pasar nada, nadie acabará entre barrotes. Resulta sumamente revelador de lo que está pasando. El Gobierno se ha entregado en manos de los terroristas y son ellos los que van marcando los tiempos, las formas y las maneras. Ellos imponen el calendario, los plazos y las cesiones. Es la rendición de la democracia. Tantos años luchando contra el terrorismo, tantas víctimas que han dado su vida por la democracia, tanto sufrimiento y tantas vidas rotas para que ahora llegue Zapatero el "pacificador" y, desde la cobardía y la miseria, se ponga la medalla de una paz que es una farsa. Esto no es paz, es una humillación.
El juez Grande Marlaska ha decidido ampliar la lista de imputaciones de las que acusa a Arnaldo Otegi y el resto de la mesa nacional del brazo político de ETA, que la semana próxima deberán comparecer en la Audiencia Nacional. Una decisión que hace prácticamente seguro que varios batasunos terminaran de nuevo durmiendo en Soto del Real. Es la respuesta de Marlaska al Gobierno. El ejecutivo de Zapatero, con el ministro de Justicia y el Fiscal General del Estado como estiletes, lleva meses coaccionando a la justicia para que se trate con mano de seda a los terroristas. Una coacción que ataca directamente los cimientos del Estado de Derecho, que rompe por la base las normas de la democracia, que dinamita la normalidad en la convivencia y que coloca –de forma inexplicable– a los terroristas en una posición de ventaja respecto a los ciudadanos honrados y que defienden con su vida cotidiana una sociedad en paz.
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